lunes, 12 de enero de 2009

Matemos a los boy scouts


Estamos pipones de tanta comida navideña y bebidas alcohólicas; de tanto saludo y reuniones grupales para despedir el 2008, de tanta vida familiar y controles policiales.
Nos sometimos a una cura de agua mineral y frutas tropicales pensando que esto podría atenuar no sólo nuestro pésimo estado de salud, sino también la maldad de nuestros pensamientos, y en una de esas, hasta evitar para siempre la continuidad de este blog… pero no, estamos de regreso con uno más.

Matemos a los boy scouts porque, por alguna razón que se desconoce, representan indiscutidamente la bondad y el altruismo, la solidaridad y la ayuda desinteresada ¡Una farsa! Llegó el momento de desenmascarar a esta secta.
No estamos contra los boy scouts en razón de sus oscuros orígenes junto al imperialismo británico, ni porque hayan ayudado a matar negritos en África. Tampoco porque hayan florecido junto a asociaciones católicas con un afán obvio de controlar y encuadrar a la juventud. Ni siquiera porque esta génesis garantiza un malsano placer militarista por recibir órdenes e impartirlas: al pibito que detiene el tránsito para dejar pasar a un cieguito o una marcha católica que corta las calles le importa un carajo el no vidente o la virgen en alto, lo que le encanta es que ÉL no te deja pasar a VOS).
Pero, en la sociedad actual: ¿para qué sirven? Si te quedás encerrado en el ascensor, ¿dónde está el boy scout? Si te caga tu novia ¿viene un boy scout y te consuela? Si te pierde la canilla, ¿saben cambiar cueritos? ¿Qué saben? ¿Dónde están cuando uno los necesita? ¿Qué los hace "sacrificarse" por los demás? ¿Por qué siempre están contentos?
Por otra parte, dudamos seriamente de su inteligencia. El boy scout piensa con la lógica del grupo, funciona en relación a los que sus compañeros y superiores (sí, hay jerarquía, así que hay algunos nabos que creen en esto durante más tiempo) hagan o digan.
El boy scout se cuelga el pañuelito del cuello, se pone la camisa adentro del bermuda y se calza la gorrita con insignia para salir de campamento y planificar un mundo mejor… Nada de esto es loable.
Todo esto puede ser confirmado por un hecho irrefutable: nadie confiesa haber sido boy scout, o lo hace tímidamente entre risas, luego de haber consumido alguna sustancia. Nadie dice en su primera cita: “Fui boy scout”, ni vamos a leerlo en un curriculum vitae.
Los boy scout no merecen las consideraciones positivas que arrastran, son un fiasco y esta sociedad en extinción confirma que no sirven absolutamente para nada.