Existe una clase de personas que piensa que ha sido beneficiada con un don tan particular que las hace únicas en el mundo. Gente que, además, no sólo lo cree y “se la cree” sino que te lo hace saber cada vez que puede y siempre en el momento inoportuno. Estamos hablando de esas personas que saben todo: desde paradigmas filosóficos, movimientos artísticos, hechos históricos y teorías políticas, hasta lugares donde comer, datos del tiempo, partidos de cada fecha del campeonato o lugares donde te arreglan el cierre del pantalón. Esto no sería un problema (ni materia de este blog) si no tuvieran otro defecto: enrostrarte este superpoder, hacértelo saber con toda precisión y cuando se les da la gana, es decir, todo el tiempo. Pareciera que se dan cuenta de que te importa un carajo escucharlos y lo disfrutan.
Esta clase de personas convierte cualquier conversación superficial en una junta de académicos; rompen cualquier clima para que todo el auditorio, sumisa y resignadamente lo escuche y no interrumpa hasta que termine de ofrendarnos todos sus conocimientos; llevan cualquier comentario para el lado en donde se sienten cómodos: una vez allí, disparan su artillería estableciendo relaciones que sólo ellos conocen o sanataeando datos y nombres propios (extranjeros, mejor).
Matemos a los sabelotodo porque hacen de una boludez una sarta de razonamientos en la que sólo les interesa lucirse y hacernos pensar que conocen el mundo, las costumbres de las culturas más exóticas, todas las partes del cuerpo y sus enfermedades, las herramientas de la caja de un electricista, el interior de una PC (obviamente saben qué es un chip, el WAP, una cookie y cualquier pelotudez relacionada con la tecnología), la ley de radiodifusión completa (incluso con los cambios efectuados a último momento), la conjugación de los verbos en alemán, las fechas y lugares de todas las batallas de Manuel Belgrano, y la puta madre que los parió.
Te amedrentan con el dato histórico y una enorme cantidad de información que, en realidad, no ha sido fruto de sus estudios sino de una mezcla de Discovery a la hora de la siesta, clases de derecho por cable de Mariano Grondona, algo de Canal Encuentro, suplementos de
Los sabelotodo están llenos de clishés; transforman fragmentos literarios en frases hechas y citan versos de poemas a cada rato como si hubiera aparecido la palabra justa mientras charlaban (es una manera de decir) con nosotros. Con esto creen engañarnos: no, señores, ya sabemos que tienen una listita mental y siempre dicen lo mismo. Así, combinan estrofas del Martín Fierro (infaltable) con discursos de J. F. Kennedy y El arte de la guerra de Sun Tzu.
Este tipo de gente, además, te regala sugerencias y consejos, no sólo cuando no se los pediste sino haciéndote entender que deberías haberlo hecho. Sus frases típicas empiezan con “Vos lo que tenés que hacer...”, “Yo te voy a hacer probar…” o “Si me preguntás a mí, yo…”. Otras ocurrencias se sostienen en enunciados categóricos e inapelables como “Las mejores pastas son de…”, “Sí, esa es buena, pero la mejor película es…”, “No se puede comparar X con Y…”; y, por supuesto, encabezan todos sus dichos con “Yo lo viví”, “Yo sé”, “Yo estuve”, “Yo te voy a contar” o el famoso “Yo te lo explico” del José de Tato Bores.
En cualquier punto de su discurso, se las arreglan para meter palabras culturosas y rimbombantes como ghetto, cinearte, paradigma, posmodernidad, vínculo, otredad, interdisciplinario, proceso, sujeto, enajenación o panóptico.
Matemos a los sabelotodo porque en su afán de parecer eruditos e imprescindibles para que sigamos habitando este mundo, tienen el coraje de corregir a su interlocutor indicándole cómo se pronuncia el nombre de un autor, compositor o cineasta (hablan de todas las disciplinas); dónde se acentúa una palabra; de quién es tal o cuál concepto o cómo se pronuncia una término extranjero: “No se dice Chauvin sino Shoven” o “¿Te referís al buquet del vino?” ¡Cómo nos gustaría en ese preciso momento tratar al sabelotodo como Maradona al periodismo argentino!
Matemos a los sabelotodo porque saben cuándo aprovechar el cambio a moneda extranjera, dónde comprar con descuento, a qué hora ir para que no haya cola, dónde hay sombra para estacionar, cómo calcular porcentajes rápidamente, cuándo sacar la guita del banco pero, por supuesto, no te lo dicen o lo hacen cuando ya es tarde.