lunes, 18 de abril de 2011

Matemos a Armani


Sábado 02 de abril, 22:00hs. - Creeptown bar: JORGE ARMANI GUITARRA, MARCOS BASSO BAJO ELECTRICO, DANIEL HOYOS BATERIA


Lo anunciaron con tantísima anticipación que despertaron el entusiasmo hasta en el más escéptico de los pesimistas; incluso algún confundido decía por ahí que se trataba de la primera aparición del Gurú del Jazz en Creeptown; esto me trajo alguna confusión porque ya lo había visto yo mismo tocar un par de temas un jueves, en alguna de las jam sessions, medio de incógnito, como quien va a tantear el terreno.

Así que lo fui a ver sin saber muy bien por qué (si, por aburrimiento y porque no hay muchas más opciones a cinco cuadras de mi casa), decía, sin saber muy bien con qué me iba a encontrar; es que aquello de "primera aparición en Creeptown" iba en serio, se trataba de una presentación oficial, nada de jam, nada de zapar, elenco estable y repertorio oficial.

Lo primero que noté fue el ambiente tenso, se podía matar un avestruz con un suspiro, lo que no es nada habitual en Creeptown: la gente pedía silencio y chistaba a cada rato, igual igual a los fanáticos religiosos en la misa (pero es que resultaba tan parecido que no pude evitar la triste comparación); para cuando llegué ya habían tocado un buen rato, era el último tema antes de la primera pausa, el Gran Maestro tocaba sentado, encorvado sobre su guitarra como... como... (ya que hablamos de misa) el jorobado de Notre Dame sobre una de sus gárgolas; sentado en una silla, en Creeptown que no tiene escenario (los músicos están al mismo nivel que el público), quiere decir que la mesa inmediata al maestro, ocupada por tres o cuatro personas, lo tapaba casi por completo, pero esto no impedía que los seis o siete tipos del fondo sufrieran ataques severos de epilepsia cada vez que alguien se cruzaba entre ellos y la banda para ir al baño o pedir una cerveza, impidiéndoles contemplar los cuatro pelos del Sumo Sacerdote que se veían agitados por allá abajo, entre la gente, cerca de la vidriera.

Es que daban ganas de darse vuelta y preguntarles "¿es la primera vez que vienen acá?", pero no sabía qué explicarles primero, si decirles que el boliche se llenaba tanto que era imposible ver a los músicos desde el fondo (lo que ellos no podían saber por que: 1. estos fanáticos exacerbados jamás habían pisado Creeptown, y 2. porque el gran Armani no alcanzó a llenar el boliche), o explicarles que nunca antes habíase agenciado a Creeptown un grupo de espectadores tan violento y mal educado.

Evaluaba este tipo de cuestiones cuando noté que el Pope de las Seis Cuerdas se esmeraba trabajosamente con una balada que derrapaba hacia el silencio, bajando de manera notable los decibeles, espaciando sus notas en una búsqueda de sutil delicadeza musical… esto me hizo suponer una gran compenetración entre él y este público recalcitrante que pedía silencio y obligaba a la gente a correrse; la balada podría haberse titulado: "guarda con mi talento, escúchenlo, no se distraigan, voy a tocar bajito, más vale que a nadie se le escape un pedo..."

Entonces llegué a la conclusión de que se retroalimentaban, él tocaba más y más delicadamente y su público enardecía más y más por escucharlo... claro, supongo, me imagino que se debería a que, durante esas suaves y lentas baladas empalagosas, se puede apreciar el sonido de su guitarra sin esos raros... esos raros... ¿chiflidos? ¿quejidos? ¿gritos? ¿aullidos?... maullidos que acompañan indefectiblemente sus notas más potentes, y que Armani parece incapacitado de controlar, como si se tratara de un caso de posesión demoníaca o mal funcionamiento neuronal, y que provocan el ineludible efecto de absorber toda la atención de la audiencia (que, generalmente y debido a los lugares reducidos en los que toca, se encuentra a medio metro), impidiendo así una correcta apreciación artística de sus habilidades...

(sí, alguien tenía que decirlo)

En fin... cuando todo indicaba que tendríamos un respiro, una pausa, un descanso, el Máximo Guitarrista Marplatense hizo un silencio, se puso de pie... Y DIO UN DISCURSO, así como lo digo... un discurso.

Un momento inefable, una página sin igual en la historia de la música marplatense, una ceremonia, un bautismo, si, eso es lo que fue, un bautismo, el Sumo Sacerdote bendiciendo a la grey, el Gran Padre aprobando el camino elegido por los hijos pródigos, etc... y todos, TODOS, hacían "sí, sí, sí" con la cabeza, mientras Yoda impartía su sabiduría...

Lamentable desde todo punto de vista, no entiendo cómo la gente no empezó a pararse y salir indignada, no sé cómo hacen con el orgullo, con la soberanía personal y con el libre albedrío para metérselos tan hondo en el culo: eso sí, ahora están todos contentos, el jazz de Creeptown tiene sello de calidad Armani iso9000.

A mitad del discurso me fui, no sin recibir los chiflidos de todos aquellos que se perdieron durante una milésima de segundo la posibilidad de hacerle ojitos al maestro; el discurso, esto también hay que decirlo, fue largo, tedioso, por momentos incomprensible y divagante, lleno de autobombo, lleno de "toqué con éste y con el otro y en mis recitales en el extranjero y mi vasta y asombrosa experiencia" etc, etc, etc, con más bendiciones para los músicos y los "amigos de la casa que tanto hacen por la música", EXACTAMEMTE COMO SUCEDE EN LOS ACTOS MUNICIPALES DE INAUGURACIÓN DE UNA ESCUELA, pero doblemente aburrido porque eso no era una escuela y yo, por lo menos, esperaba emborracharme y escuchar buena música, y no sólo no escuché buena música, sino que salí perfectamente sobrio como si me hubieran echado encima un baldazo de agua fría.

No deja de asombrarme la capacidad de ciertas personas para agarrar cualquier cosa que funcione, que sea novedosa, entretenida y llena de la mejor onda, y a fuerza de solemnidad y cara de piedra, convertirlo en algo INSOPORTABLEMENTE ABURRIDO.

viernes, 1 de abril de 2011

Matemos a los psicólogos (de una vez...)


Como se darán cuenta nuestros lectores del blog, seguidores de twitter y comentaristas de facebook (todos más chapas que nosotros, eso está claro, ¿no?) los que hacemos Matemos a las ballenas les regalamos unos buenos morlacos a los psicólogos (lacanianos, freudianos, gestaltistas, etc.); personas que si no son Dios, se le deben parecer bastante. Siempre quisimos hacer un Matemos a los psicólogos, pero tememos las represalias de nuestros analistas (a los que nos vimos forzados a contarles nuestra patología asesina de mamíferos que tiran agüita). Por eso, nos limitamos a aceptar la colaboración de alguien que critica desde adentro las bajezas de su profesión.

¡Ah! Y no busquen muchas soluciones porque la culpa de todo es de nuestros padres.


La psico- maestrita

La psicóloga educacional es un combo de mujer/maestra ciruela/pedagoga/asexuada/burocratizada. Es una dulce psicóloga de hablar pausado en el mejor de los casos; cuando se dirige a las madres de los alumnos les dice cosas como “Mamá, tenés que ponerle límites, él los necesita”. Lo profiere con un dejo cuasi pediátrico, cuasi maestrajardineril, cuasi…pelotudo.

Ama, pero ama, los papeles, los tests de inteligencia, de personalidad, los pedagógicos, el Bender. Le fascina encontrar el rótulo justo para cada niño, diagnosticarlo como ADD (síndrome de déficit atencional, invento de los yanquis que funciona como una bolsa de gatos donde se mete a los niños sin preguntarse, casi nunca, qué es lo que les pasa y por qué).

Adora, como todos en educación, las siglas: M.R. (maestra recuperadora), O.E. (orientadora educacional), M.I. (maestra de nivel inicial) y tantas otras que adornan los textos en los que se hunde con verdadero amor: circulares, modificaciones curriculares desde el Ministerio de Educación, capacitaciones y montones de papeles que circulan con jerga pedagógica e infinitas clasificaciones, más bien inútiles en la práctica.

Trata a todos como si fueran alumnos, combinando una veta interpretadora con una aleccionadora: nunca pierde de vista la moral y buenas costumbres.

Le encanta la psiconeuroinmunoendocrinología, de boga en estos tiempos, y sabe un montón sobre las “funciones ejecutivas” y “de base”, descripciones del funcionamiento cognitivo que delimitan muy bien el pensamiento y suele dejar afuera lo más importante: qué le pasa el pibe en problemas, qué onda la familia, si sufre o qué. Percentiles, siglas y textos de Bohoslavsky y Nassif envuelven a esta prolija psicóloga.

Una variante muy frecuente es la psicóloga educacional desquiciada, al estilo la maestra de Gasalla. Grita, maltrata a alumnos, padres y compañeros de trabajo, pero blande su título ante la primera complicación y en nombre de la psicología hace cualquier barbaridad. Gusta de acciones sádicas con nuevas compañeras de Gabinete y no pierde esa sonrisita sarcástica nunca. Es la que junta la plata para los regalos en los cumpleaños de compañeras de trabajo y despotrica contra el marido toda la maldita jornada laboral. Es en realidad una directora de escuela frustrada, que ahora desquita todo eso con quien tiene a mano. La psicóloga educacional lleva en su corazón a un Sarmiento aguerrido y lo defiende hasta las últimas consecuencias.

Psico- nabo

Una variedad bastante difundida en nuestros tiempos, y quién sabe, tal vez también desde tiempos inmemoriales, es el psicólogo "nabo". Suele ser un sujeto con pinta de nerd-looser, viste camisa a rayas o chomba, pantalón pinzado o jeans clásico, pelo corto. Mantiene una media sonrisa e intenta un gesto intelectual en su mirada, pero no le sale.

El psicólogo "nabo" es más que nada un consejero, que a veces ni sabe bien por qué aconseja lo que aconseja. Habla pausado y asiente con la cabeza (bah, todos los psicólogos asienten con la cabeza), a veces se toma la pera, mira lejos y dice "qué cosa, eh?", una de sus intervenciones favoritas. Es de los que llena los vacíos rápidamente con palabras (cualquiera) cuando el paciente se queda callado o llora; dice boludeces porque no se aguanta muy bien este temita de la angustia ajena. Pero, a la hora de cobrar honorarios, se re aviva.

Es un gran decidor de obviedades en los congresos, presenta trabajos (siempre pero siempre presenta trabajos, "por el curriculum, ¿viste?"), en los cuales no hace más que repetir conceptos de la vida común. El típico trabajo del cual uno podría decir "pero mi vecina opina lo mismo, no hay que ser psicólogo para decir eso". Sin embargo, el "nabo" será muy nabo pero frecuentemente consigue algún cargo de coordinador, jefe, capacitador, etc. Su mediocridad como profesional no quita su intención de gerenciamiento y hasta diríamos, de poder. Ocupa lugares de trabajo en entidades públicas, asciende, tiene personal a cargo. Participa en eventos como del colegio de psicólogos, de salud mental en hospitales públicos, municipalidad, en fin, cualquier sitio de interacción con otros donde despliega su ánimo de nabez, porque es un tipo muy sociable.

Puede ser querible o detestable, según en qué posición quede uno con respecto a él: como paciente, uno lo detesta después de perder un lustro de terapia amable pero poco fértil; como vecino, es excelente.


La psico-loka Mala

Esta variedad se refiere a la psicóloga mala de maldad, no de mala profesional o de escasa formación, aunque pueden darse juntas ambas variedades. En este caso hablaremos de la psicóloga con buena formación psicoanalítica. Esta es la psicóloga que más sonríe, como el beso del mafioso, como la sonrisa de Medusa. Te dice cosas terribles, pero no terribles como cualquier psicólogo que te hace ver lo que te tiene que hacer ver, sino que parece que la dirección, la intención es esa: angustiarte.

Por ejemplo, si le contás que hace tres años que estás sola y no podés concretar una pareja, ella te va a decir “Evidentemente usted disfruta de eso” o “Ahí usted goza”. Mientras empezás a lagrimear y le explicás que eso no es posible, ya que es lo que te trae a la consulta, refuerza: “Si se repite es porque se satisface en algo, Daniela”. Sin más, deja toda su intervención ahí, arrojándote al más absoluto y diabólico silencio. Porque considera, por ejemplo, que es el momento del corte significante (significa que no te va a hacer pensar ni asociar más y se va contenta con la aplicación de la clínica de la angustia, tal como la estudió). Y ya francamente angustiada volvés a tu casa más confundida que antes y ahora culpándote por ser tan enferma de satisfacerte haciendo lo contrario de lo que deseás.

Mientras tanto esta psicóloga se nutre de textos que repiten que al sujeto hay que responsabilizarlo de su goce, pero ella no es muy avispada clínicamente aunque tenga un par de masters hechos, y lo entiende literal: decirle y machacarle esto al paciente sin darle la oportunidad de trabajar las líneas históricas inconcientes que lo llevaron hasta ahí. La cosa es que a la siguiente sesión, la Mala parece ensañarse y te tira con igual artillería, y cada vez más conforme consigo misma. Porque lo que más le interesa es que su narcisismo de analista quede intacto. Cuando un día le planteás que no querés ir más, opina que son tus resistencias al tratamiento y que evidentemente no te gusta escuchar la verdad de la milanesa (aunque dicho más elegantemente).

Ah, y no se va a olvidar de sacarte un ojo de la cara y la mitad del otro a la hora de cobrarte la consulta.