Estar enfermo es una cagada no tanto por los dolores, padecimientos y precios de los medicamentos sino porque, lamentablemente, en algún momento de la convalecencia (y después de haberte automedicado con todas las sugerencias de tus allegados, más la intervención más que dudosa de uno de los tantos farmacéuticos irresponsables de turno), uno tiene que recurrir a la maligna secta médica. Si no querés arriesgar tu vida en las manos de algún médico de guardia postadolescente que te receta lo mismo siempre, no importa la dolencia que tengas, deberás caer en las garras de un “especialista”, y seguramente no podrás evitar que sea uno de los famosos médicos rock star. Con él te verás sometido a una nueva clase de tormentos, pero más sofisticados y onerosos. ¿Cómo sé que voy a atenderme con un médico rock star? Aquí, amigos, les damos algunos tips (nos encanta ser contradictorios, así que usamos una palabra que denostamos hace algunos post, ¿y qué? ¡Háganse un blog propio, arponeros fundamentalistas de la coherencia y el falso coraje anti anonimato!)
1- Un médico rock star que se precie de tal porta apellido: cuando decís que debés visitar a un especialista y lo mencionás, si es un rock star los ojos de tu oyente se desorbitan. Un médico rock star es un mito: te hablarán de él, te contarán alguna anécdota o simplemente te dirán que su apellido les “suena”. Hay toda una mística en torno al médico rock star que funcionará como excusa para que sus bolsillos se llenen de dinero. Pero hay otro dato importante: siempre que decís su apellido, aparece la pregunta diabólica: “¿padre o hijo?”. Porque el padre del médico rock star fue o sigue siendo un reconocido profesional y, si es posible, en la misma especialidad. Esto no suele ser un fantasma sino todo lo contrario: se menciona con orgullo, como razón de satisfacción personal “ser el hijo de”, en lugar de ver como un hecho poco heroico, el heredar la fama y los pacientes de papá. Lo peor es si el especialista en cuestión no ha sido una eminencia, sino un porteño que prolongó mucho sus vacaciones y decidió quedarse cuando se dio cuenta de que en la ciudad no había competencia y podía hacer una buena carrera si atendía a las viejas adecuadas, aunque no se perfeccionara ni leyera nunca más en su vida. Sépanlo, amigos: familia de médicos no es, necesariamente, garantía de calidad y servicio.
2-Estos famosos médicos no superan los 50 años pero ya juegan al golf (en Acantilados, obvio), van de vacaciones a lugares exóticos, viajan a congresos a “especializarse” y a enfiestarse, y no pueden disimular que han estudiado tantos años sólo con el propósito de recibir regalos de todo tipo que después le encajan a sus familiares para navidad. El juramento hipocrático fue, ahora que son ricos y famosos, un mal chiste que les contaron hace mucho durante alguna fiesta platense. Se hacen los melómanos y los cultos, pero la famosa “letra de médico” no hace más que afirmar que no saben leer ni escribir. Y, obviamente, pese al escalafón que los distingue de otros médicos, y a que su mujer esté operada y divina, caen en la volteada, es decir, se voltean a todas las pacientes, enfermeras, secretarias y residentes, como cualquier medicucho.
3-Conseguir que te atiendan telefónicamente en el consultorio de un médico rock star es más difícil que lograr ganar un plasma en algún sorteo televisivo. Deberemos instalarnos cómodamente en el sillón dispuestos a marcar “rellamar” unas cincuenta veces. Nos darán un turno para el 8 de diciembre, y cuando creamos que la secretaria está fumada y que debe referirse al 8 de septiembre seremos cruelmente desengañados. Efectivamente, y como todos habrán podido comprobar, el médico rock star te da turno de acá a tres meses, y eso si tenés suerte. Existen numerosas razones que explican la forma en que estos sujetos manejan tu tiempo como Nolan en alguna de sus películas “conceptuales”, pero la más relevante es que cuanto más reconocido es un médico rock star, menos días atiende (y más viaja, pero esto va más adelante); sus horarios son tan restringidos como la cantidad de entrevistas que los Kirchner les dan los medios.
4- Resignados, agendaremos el turno agradeciendo que sea en el corriente año (si no, deberemos, incluso, salir a comprar agendas del 2011) y esperando no morir antes. Esto, sin embargo, no sería tan problemático si llegado el día fuéramos atendidos puntualmente. Pero un médico rock star que se precie de tal, debe tener a sus pacientes, que son muy pacientes, esperando por encima de las dos horas. Y esto no es porque le dedique mucho tiempo a cada uno sino porque siempre llegan tarde (“estaba operando”, “tuvo una urgencia”, “fue a visitar a un paciente terminal”… todo menos la verdad: se comió un asado acompañado de un vino tinto que, obviamente, le regaló una víctima y le inspiró un siestón; se curtió a una enfermera nueva en la clínica o viene de jugar al tenis) y desfasan todos los putos turnos que, encima, se verán amenazados por culpa de una nueva mafia, más temible que la estrategias de Moreno: los sobreturnos…
5- Un médico rock star atiende cada vez menos en un hospital o una clínica de aspecto Chascomús años 50. Estos doctores luchan a delantal y escalpelo por conseguir su propio consultorio. Esto, claramente, es una señal de status, especialmente si éste se ubica en alguna casa de estilo refaccionada en la zona sur de la ciudad, o en algún edificio de puta madre con luces dicroicas. Quedan excluidos de estos coquetos consultorios todos los trabajadores de sindicato, ancianitos del PAMI y demás perdedores del sistema. Aquí sólo se aceptan credenciales plateaditas, que se obtienen pagando más $200 para que te cuide la salud una empresita privada.
La sala de espera de estos lugares no escapa, sin embargo, de las revistas recontra pedorras que te ponen en una mesita, los cuadros de terror de alguna paciente resucitada o, peor, de la mujer de algún colega, la música melosa de efecto narcotizante, los carteles impresos en computadora semi pegados en paredes o vidrios informando horarios y días de atención (siempre desactualizados) y mensajes mandones diciéndote cuándo y cómo deberás solicitar recetas, turnos, formularios, etc. Igualmente, los muebles serán muy cómodos (de Sector Privado o alguna casa fashion), siempre y cuando, el estilo minimalista con que decoran todo permita que te sientes en algún lugar.
6- Y llegó el día, y la hora que a ellos se les cantó y, por fin, te encontraste con tu médico rock star. Estabas tan emocionado que, con lágrimas en los ojos, te tiraste a sus pies y tartamudeando… ¡le pediste un autógrafo! El médico rock star, con bronceado caribeño, vestido cancherito debajo de su guardapolvo (Bowen o Lacoste, depende el estilo o… el regalo), te mirará con altivez y condescendencia y te ayudará a levantarte del piso. Sus hijos rubios (el de la derecha será el médico de tus hijos) te sonreirán desde los portarretratos en el enorme escritorio (“Otro gil que contribuirá a que papá nos compre la Wii” parecen sugerir sus rostros bellos y diabólicos.) y numerosos certificados de congresos en los que la pasó bomba decorarán las paredes.
El médico rock star te despachará en tres minutos, pero aunque parezca que no ha sido capaz de ver nada te recetará cinco medicamentos (casualmente todos del mismo laboratorio, el mismo que le pagó el viaje a Europa el año pasado) y te indicará múltiples estudios para confirmar si deberá o no realizar una operación quirúrgica que suena compleja y riesgosa, y a la que no sabrás por qué tendrías que someterte. Pero estás tan contento de haberlo conocido personalmente por fin que nada te angustia, sólo querrás ver su sonrisa inmaculada y apretarle la mano otra vez, en la siguiente consulta, cinco meses y tres horas (en la sala de espera) después.
Amigos arponeros, sépanlo: no importa si es proctólogo o no, un médico rock star siempre te mete el dedo en el culo.