martes, 20 de diciembre de 2011

Matemos a los que se ríen de sí mismos


Cansaron. Impusieron la moda, se instaló, se plagió, se propagó y ya nos tiene las bolas por el piso.
Crearon una mística de la fantochada que, a esta altura, se vuelve puro conformismo. Y sí, reírse de sí mismo lleva, indefectiblemente, a resguardarse en eso que hacemos mal o no sabemos hacer; a adjudicarse alguna característica chota o algún defecto físico evidente sin vergüenza, a asumir impunemente inoperancias de cualquier tipo; en fin, a jactarse de la propia mediocridad legitimándola con un “me hago cargo” y el humor como salida airosa.
Ya basta, muchachos. Reírse de sí mismo es la mayor impostura: es una especie de soy así, lo asumo y no sólo no voy a hacer nada sino que te lo vas a fumar bajo la forma de un chiste digno de Beto César.

Muerte súbita para:

  • Los padres que se jactan de ser malísimos para ponerles límites a sus hijos (mientras éstos cagan a pelotazos a una persona de la tercera edad).
  • Los profesores de Educación Física que se justifican para evitar cualquier tarea, bajo el pretexto de que son… profesores de Educación Física.
  • Los que ironizan sobre su incapacidad para socializar porque son “producto de la época” o tienen intolerancia social por consumo medicamentoso.
  • Los gordos desinhibidos a los que no les importa una mierda pasear sus panzas peludas (existe el XXL, hijo de puta).
  • Los gestores culturales que se ríen de algunas de las actividades que organizan pero, al menos, “difunden cultura”.
  • Los que se asumen incapaces de cocinar y en realidad ocultan su vagancia profunda, su disposición a ser perpetuos comensales o, simplemente, su machismo no declarado.
  • Las minas/tipitos: se enorgullecen de vestirse así nomás, no usar tacos ni maquillaje, andar despeindadas y bardean la revista Cosmoplitan (pero en su fuero íntimo querrían tener gomas, ponerse electrodos para levantarse el culo y hacerse depilación definitiva).
  • Los dibujantes pedorros que asumen que roban con sus pésimas caricaturas pero no importa porque hacen humor político.
  • Los médicos que no mejoran un choto esa letra de mierda, porque están ocupados en “salvar vidas”.
  • Los cínicos que no te dejan pasar una porque, en realidad, no pueden evitar su propia incapacidad afectiva.
  • Las minas que te avisan que son insoportables en “esos días” cuando en realidad son inaguantables todos los días del mes.
  • Los flacos que se reconocen inútiles para usar un taladro bajo el pretexto de que Menem eliminó las escuelas técnicas.
  • Los que se caracterizan como antideportivos para ni siquiera esforzarse en dar una vuelta a la manzana.
  • Las madres desfachatadas que usan un hilo dental como malla o exhiben una cicatriz peor que la de Nelson Castro, pero se cagan en todo porque tuvieron tres hijos y todos por cesárea.
  • Los profesores de colegio secundario que, después de hacer chistes sobre la ignorancia de sus alumnos, no pueden responderte una puta pregunta de su disciplina en una cena esgrimiendo que estudiaron hace mucho y ahora se trabaja con un libro, al que por supuesto odian.
  • Los periodistas que después de hablar o escribir sobre algún “problemita” en algún país de la loma del culo, reconocen que no saben ni dónde está ni cuántos continentes tiene el mundo.
  • Los que se vanaglorian de tener poca memoria o la atención dispersa pero te lo avisan una vez que les explicaste cómo llegar a Villa Pehuenia o el modelo agroexportador.
  • Los guardavidas que están para atrás (excedidos de peso y con las rodillas jodidas) pero aducen años de trayectoria mientras morfan churros y se ríen desde lejos del pelotudo que ya empezó a dar manotazos en el agua.
  • Los “aves”: los avaros hijos de puta que siempre te cagan, se morfan todas las empanadas de carne, llevan una Goliat pero se toman todo el tinto que garpaste vos y cuando hay que pagar, o no tiene cambio o te hacen un chiste sobre su conocida mezquindad mientras te palmean la espalda.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Matemos a los precoces



El otro día, mientras esquivábamos las hordas de zombies que copaban, desorientados y famélicos de cultura, las calles marplatenses cercanas a la Feria del Libro y al Festival de Cine, tuvimos, aunque no lo crean, un pensamiento profundo, breve, pero profundo.
Lo que hoy nos convoca, queridos lectores, son los precoces, gente maligna que ha llegado antes que los demás a hacer cualquier cosa. Y se jactan de ello como si la precocidad tuviera algún mérito en sí misma. Que quede claro: hacer las cosas primero no garantiza inteligencia, ingenio ni calidad. Es más, tan sobrevalorada está la precocidad que muchos se esfuerzan por lograrla para ver si disimulan todas las carencias que tienen.
El peor caso de esta especie es el niño precoz, una criatura pedante que, a instancias de sus padres, ya prueba las mieles (venimos inspirados en la tercera edad) de algún éxito. ¿Quién no quiso quebrarle las piernas a un compañerito de colegio? ¿Quién no quiere hoy pasar por las armas a cualquier niñito sabelotodo de aspecto mormón?
Lo más triste de los precoces es que, indefectiblemente, se duermen en los laureles: nunca encontraremos, de su parte, alguna nueva muestra de excelencia. Si ven fracasados caminado por la calle, especialmente si están cerca de algún centro cultural, seguramente fueron precoces hace años y ya nadie los recuerda.

Matemos a los precoces que:

  • leyeron lo que sea antes de que se edite en español
  • entendieron a algún intelectual centroeuropeo antes de que un académico argentino nos lo explicara
  • ganaron premios literarios a los 17
  • tuvieron  su “primera vez” a los 12
  • juegan en primera desde los 15 (o antes)
  • tienen color caribeño en junio
  • pagan carpa en balneario, en septiembre
  • terminan una carrera universitaria a los 21
  • ya vieron la película que recién se estrena en el cine la semana que viene
  • probaron el Häagen-Dazs antes de los 90
  • publicaron un libro entre los 20 y los 30
  • interpretaron Chopin  a los 10
  • compraron dólares o los sacaron del banco antes de algún quilombo
  • fueron a algún centro turístico antes de que fuera un centro turístico
  • tuvieron un blog cuando era flashero tener un blog
  • fueron los primeros en tener una máquina de café expreso en su casa
  • descubrieron a Lars Von Trier antes de “Viento y marea”
  • tuvieron que explicar qué era un outlet y, ahora, un hipster
  • conocen una banda antes de que se elija el corte de difusión en las radios
  • acaban primero y  dejan al otro con las ganas (cosa que, por supuesto, nunca nos pasó)

Muerte a los precoces que se jactan de serlo (excluido Matemos a las ballenas, que fue el primero en darse cuenta de esto)

lunes, 28 de noviembre de 2011

Matemos a las radios FM


- Hola sí, me comunico con alguna radio fm de mar del plata?
- Sí, en que te puedo ayudar?
- Mirá, los llamo porque tengo un problema, resulta que antes me gustaba mucho Madonna, y ahora ya no.
- Ahám…
- Y, eso, me pueden ayudar?
- Qué querés que hagamos nosotros?
- Pasa que uds pasan mucha música de los 80, está bien? 
- Sí…
- Bueno pero pasan mucha música de los 80, y medio que me hincharon las pelotas.
- Perdón que dijiste?
- Mirá, ayer agarré 4 estaciones de radio seguidas, una con Phill Collins, otra con Annie Lennox, otra con Debbie Gibson, otra con Virus. Ojo, está todo bien con los 80, pero me parece que el ratio “Música de los 80 vs. El resto de la historia del universo” está un poco disparejo, el abuso de flangers y otros efectos igual de galáctico-cocainómanos, de sintetizadores, calzas fosforescentes propias del hair-metal, y de drogas de diseño no son como para ser recordados con tanta frecuencia. Y las radios de esta ciudad deberían considerarlo.
- Pero, pero, y quién sos vos para llamar y sugerir?
- Y, mirá, todos los años le mando mi currículum a todas las radios, podría venir y dar una mano, darles un playlist en dvd, traer bandas… no sé, esa onda.
- No mirá nene no funciona así, voy a cortar así no me rompés más las pelotas.
- Bueno eso es porque trlmnmnmshhhstp pp p.
- Qué? eso es por qué?
- Que los 80 son una mierda, me escuchás? Suerte que John Bonham se murió justo antes, sino a Zeppelin le hubiera pasado lo mismo que a Mick Jagger, Robert Plant y Rod Stewart. Además, si no pasan 80’s ponen a la argolluda de Rihanna o Kate Perry o a Enrique Iglesias y yo no sé qué mierda les pasa a ustedes, pero a mí me parece bastante deprimente tener que soportar tanta música chota porque ustedes son unos forros y porque ni al gobierno ni a las empresas les importe una verga el arte y la cultura. Por eso es que nadie escucha radio, porque no tiene nada que valga la pena, es sólo otro medio infestado de publicidad y programas frívolos e inútiles y cualquiera con un poco de cerebro prefiere ver youtube o leer un libro antes que perder el tiempo con ustedes. Y un día… un día voy a entrar con un rifle y los voy a matar a todos, voy a ir a todas las radios, voy a abrir las puertas de un pijazo y les voy a obligar a cambiar lo que están pasando al aire a punta de rifle, y van a arrepentirse, y antes de morir, me van a pedir perdón, entendés? Hasta nunca. Click, tu, tu, tu. 


Pablo Di Iorio
paulhigh.blogspot.com

martes, 22 de noviembre de 2011

Matemos a las “fiestas” Psicofango


(A los que no son marplatenses conocedores, les informamos que las Psicofango son una especie de fiestas pseudo-literarias que, bajo el rótulo de “itinerantes”, se arrastran por mugrosos “espacios culturales” de la ciudad)


  Psicofango merece ser asesinado ya sólo por su nombre: autoproclamar que se está en el peor barro mental no los exime de responsabilidades (ni los hace geniales). Si quieren decirnos que la insanía mental los hace inimputables para leer cualquier cosa, que vayan pensando en devolver el dinero a los timados asistentes. Por otra parte, alguien debería avisarles que la conexión entre poesía y locura ha pasado de moda. Que ya nadie cree que se sea buen poeta por estar o fingirse desequilibrado. Que es preferible volver a los clásicos, que les pasen un par de cosas significativas en la vida (si es posible, que generen traumas) y tomar la medicación adecuada, para producir una poesía digna antes que tengamos que escucharlos con condescendencia como si fueran de La Colifata, integrantes de las tertulias de Predieri o parte del taller literario de una granja de rehabilitación.
  Otro temita importante es la cuestión de la estética en las fiestas de estos muchachos. ¿Es necesario que comamos empanadas de sabores dudosos, nos sentemos en el piso y escuchemos una banda con todas las poses rocker para acercarnos a su ARTE? (de paso: el cantante de Leaving Moscú ¿viene de Rusia o algo así? ¿O llevaron a uno que pasaba por ahí y le pusieron un micrófono?) Información relevante: el hippismo, con su idea de incomodidad y faso como fundamento de la actividad artística, terminó hace cuarenta años. Se lo advertimos porque continuando con esta estética decadentista de “hago la fiesta donde me prendan la luz”, el próximo Psicofango podría ser en algún supermercado Toledo: el orador arriba de un cajón de fruta desvencijado y los asistentes absortos y hacinados en la olorosa sección pollos.
  Además, ¿desde cuándo está bueno que todas las artes se conecten? Matemos a la interdisciplinariedad: música, literatura, pinturas, fotos, comida y, para colmo, toda la actividad fenicia típica de esta ciudad: promocionan los blogs de todos los que participan (ni hablar de la página local que manda urna para que el público vote a quién “matar”) y nos venden libritos, cd´s y, si los apuramos un poco, hasta fotos autografiadas de poetas con camisas leñadoras o camperas modernas, codiciados por las minitas que aman el arte.
  No vale la pena escribir un párrafo aparte para aclarar que todos los que asisten a esas reuniones literarias tienen en mente alcohol y garche; pero lo escribiremos igual. Está el tipo que le dice a su “jermu” que tiene que ir a una reunión “literaria” y aprovecha para intentar levantarse a la chica recién salida del colegio impresionándola con algunos versos que, indefectiblemente, contengan las palabras “pija”, “forros” o… “niebla”. También aparecerá la que, con la excusa de que leer la pone muy nerviosa, mezclará cerveza, porros y tranquilizantes para caballos. Toda la fauna local se hace presente en Psicofango: desde alternativos malharrenses, “gente de teatro”, skaters envejeciendo mal, sujetos que esperan otra “zombiewalk”, universitarios en carrera o escolares a punto de cambiar la voz, hasta profesionales hastiados de sus tareas burguesas.
  En una psicofangueada puede pasar cualquier cosa, como que aparezca un improvisado músico árabe que simula encantar con un pito, que proyecten las imágenes en twitter o cruzarte con alguna que otra chica como salida de una especie de Moulin Rouge decadente. A las tres horas de lectura, música y escabio ya nadie tiene en claro qué vendría a ser la literatura, y si se apareciera Borges, escapando de las garras de Kodama, a recitarnos un poema inédito, seguro lo ignoraríamos mientras comentamos con los amigos: ¿quién mierda invitó a este viejo pedante?
  Lo bueno es que los encuentros terminan temprano e intempestivamente; lo malo, que nos quedamos esperando la fiesta: si piensan que después se arma bailanta lisérgica y desinhibida, olvídenlo, con Boggio se nos fue la partuza for ever.

lunes, 3 de octubre de 2011

Matemos a las vocacionales


            Seamos claros: la palabra no es “vacacionales”, éste no es un artículo sobre turistas, en esta ocasión le toca a la muy abundante fauna local. Y ya sé que esto de “vocacionales” no dice mucho, pero no les encuentro otro nombre; por lo demás, alcanza con salir a dar la vuelta al perro marplatense para encontrar cientos y miles de ejemplares de este… ¿pájaro? no, pájaro no, mejor “insecto”… si, así queda implícito su  carácter de colonia, de colmena, como los borg en viaje a las estrellas.
            Hablábamos de las vocacionales. Se trata de ellas. Las chicas de marcada vocación artística, las chicas con inclinaciones estético-espirituales, amantes de la música y las artes plásticas, la literatura, la fotografía, el cine, la filosofía, o lo que sea que entiendan por todas estas cosas. La más importante característica de la especie: ninguna de ellas hace música, ni literatura, ni pinta, ni canta, ni baila; algunas sacan fotos, pobrecitas, como pueden, otras escriben poemas en los ratos de tedio vital (que son muchos), van al cine arte, a los recitales (y meta youtube cuando no hay otra cosa), al teatro, a muestras y galerías, a todo lo que vaya apareciendo para desagotar un poco esa ansiedad existencial que no alcanza a formar una idea concreta, pero que las tiene como locas, más cerca de los sopores que llegarán veinte o treinta años después, con la menopausia, que de cualquier estado lejanamente parecido a la creatividad y a la inspiración.
               Todas ellas, sin excepción, hicieron su paso con mayor o menor éxito por una o varias de siguientes instituciones marplatenses: Facultad de Humanidades (preferentemente letras, pero también historia y/o filosofía), Escuela de Artes Visuales Martín A. Malharro, Taller de Fotografía de Julián Rodríguez, Centro Cultural América Libre, Escuela de Cerámica Rogelio Iriurtia, y dos o tres más que se nos escapan.
            Estas instituciones son algo así como el medio más (¿menos?) adecuado para ciertas fermentaciones mentales que sólo se producen cuando se encuentra la materia prima más (¿menos?) apta. Sin poner en tela de juicio la honorabilidad de estas venerables casas de altos estudios, sólo interesa llamar la atención sobre la coincidencia estadística: alcanza con preguntarles a las chicas que encontremos en la playa o en la noche marplatense dónde han estudiado, para saber si se trata o no de una vocacional.
            El humilde cronista sostiene la opinión de que es el tedio, ya mencionado, el que las pone en ese estado tan característico de frenesí estético. Una imaginación sobrestimulada por los medios de comunicación e internet, una infancia consentida (o quizás problemática), una adolescencia rebelde que no encontró contra qué rebelarse, un ansia hormonal indómita pero firmemente envasada con el packaging de la vida conservadora.  
            Las vocacionales, por lo demás, son fáciles de matar: abrimos un falso curso de clown al que infaliblemente concurrirán TODAS y cada una de ellas, y entonces sólo es cuestión de combinar pólvora con imaginación.
            Y de paso nos preguntamos: ¿qué pasó con las estudiantes de derecho, de economía, de biología y –por qué no– de ingeniería? ¿dónde están las odontólogas, las diseñadoras, las arquitectas? ¿todavía quedan mujeres interesantes o es que nos tendremos que conformar con tatuajes, piercings y parietales afeitados forever?

sábado, 1 de octubre de 2011

Deposite su matemos aquí



Las urnas no mienten (tal vez  exageran un poco). Y el sábado 10 de septiembre, en algo que han dado en llamar Fiesta Psicofango (nadie sabe muy bien qué es, ¿un mito urbano, quizás?) hubo una convocatoria para que nuestros lectores, que siempre nos están puteando porque no direccionamos bien los arponazos, dejaran sus propuestas.
Los resultados arrojados por las primarias aparecen aquí abajo, pero queremos aclarar que nuestra incipiente fuerza política no nos permitió fiscalizar la mesa (cuidamos la integridad física de nuestros militantes antiecologistas). De manera que, como paranoicos  Duhaldes, desconfiamos de los candidatos y la cantidad de votos válidos emitidos. Creemos que varios entusiastas sufragiaron reiteradas veces y, además, en el marco de la elección (sexo, drogas y rock & roll... ah, parece que literatura también nos dicen por la cucaracha), estamos seguros de que no se respetó la veda. Pero lo que fundamentalmente ponemos en duda es el accionar de la Junta Electoral y el escrutinio. Esto es: no nos hacemos cargo del posible fraude y sus consecuencias. Así está el país.


Agustín Marangoni 12

Los dueños de la verdulería Juan & Pablo (x la foto de los hijos) 2

Matías Moscardi 17

Tantra 6

Dios los cría 9

Salomar 12

Jupi (es un sucio de mierda) 1

Ana Porrúa 6

José María Casas 23

Luciana Caamaño  19

Suplemento de Cultura, diario La Capital 15

Leo Ferro 14

Gabo Ferro 21

Marcelo Gobello 9

Virginia Ceratto 4

Mauricio Espil 5

Luis María Stanzione 3

miércoles, 31 de agosto de 2011

Matemos al "Cine Arte"



En el oriental idioma de los chinos, “cine arte” se escribe con el mismo ideograma con que se escribe “esnobismo”. Guárdese el lector de responder duramente a la atravesada realidad cultural del Nuevo Gran País del Norte: la sabiduría de esa curiosidad idiomática es incontestable.
Hagamos una salvedad: una persona normal sólo puede asistir a estos ciclos tras sufrir la enésima derrota de su cerebro ante su órgano sexual. Porque digamos la verdad: sin el sexo (sin la esperanza del sexo, al menos) nadie asistiría a un ciclo presentado por afiches tan pedorros como los que en general se usan. Hasta los de los troscos tienen más onda, cosa que debería bastar para la ejecución sin juicio previo de los partidarios del cine arte.
Los primeros impulsos homicidas nacen cuando uno se entera de los horarios: no son raros los ciclos programados los domingos a las 14 o 15 horas, cuando cualquier persona normal está recuperándose de la resaca del sábado, comiendo un asado o tallarines con la familia, puteando al marcador de punta de su equipo favorito o juntando fuerzas para pedirle a la patrona un pete siestero. Ni hablar de las retrospectivas de cine mudo tailandés de los años 1930 un jueves de invierno a las 23 horas. ¡Y todavía piden piedad! 
La somera contemplación del programa (cuando lo hay) debería bastar para que un hombre digno saliera corriendo sin más. Con espanto, nos enteramos de que estamos asistiendo a un ciclo del estilo de “Nexos Entre el Sarasing Cinema islandés y el Nuevo Cine Amateur de Laos”, y que la obra es la copia original (254 minutos) de no sé qué estudio de la vida campesina en la Polonia poscomunista, cuyo momento más destacado llega hacia los 230 minutos: plano fijo de una campesina pelando chauchas durante 20 minutos. Si uno fuera valiente, se pararía y gritaría a voz en cuello “pasala a nafta, reverendo hijo de mil putas, que me estoy durmiendo”, pero por algo uno escribe artículos como éste.
Para peor, la copia de una película que ya era lo-fi es una porquería, y el subtitulado (hecho con menos rigor que un artículo de Marcos Aguinis) es en inglés o francés, así que matate si no sabés idiomas. Uno llega a soñar con un comando que, al estilo del de “Bastardos sin Gloria”, prenda fuego al cine antes de seguir con esa tortura.
Terminada la experiencia, que nos ha dejado exangües, todavía nos queda el debate. Porque hay algo peor que el cine arte: el fan del cine arte. Viejas que están aburridas de tomar el té mientras juegan a la canasta y ponderan a Lilita Carrió. Matrimonios que cogieron por última vez durante la presidencia de Frondizi. Estudiantes de Humanidades que elogian bodrios ilevantables con la misma cara y la misma capacidad para el verso del sommelier que te dice “este Syrah tiene notas de poronga”. Periodistas ex hippies hypeando jopos de directores que sólo salieron de Recoleta para viajar a Europa, Estados Unidos o ¡Bolivia! (Que es mucho más cool que irse una semana a Jujuy, como todo el mundo sabe). Tipos que conocen hasta el best boy de un filme para la TV de Fassbinder pero son incapaces de establecer el menor paralelo entre una película y su contexto cultural y político: una de las más pedantes formas de ignorancia, alabada como erudición. Y después bardean a Gaddafi, a Jomeini o como se escriban...     
Borges supo citar a T. S. Eliot, diciendo sobre Finnegan’s Wake de Joyce que “un solo libro como ése era suficiente”. Nunca entendí el gran prestigio que tienen esas obras imposibles cuyo único mérito es la innovación formal: diez, veinte años después de presentada la obra a la consideración general, ese mérito es invisible. Y tampoco entendí nunca ese regodeo adolescente o juvenil con obras que exponen crudamente la mierda que es la vida: nena, nene, ya sé que nada se puede esperar de una existencia signada por la enfermedad, el envejecimiento y la muerte, por no hablar del desencuentro, el desamor o el prende / apaga del pelotudo a pintitas de Lapegüe. Pero ¿qué carajo hacés mirando a una campesina polaca pelando chauchas durante 20 minutos, mientras la vida se va? ¿Decirte por dentro “cuánto sufro por el vacío de la existencia, cuánto sufro” mientras agendás mentalmente decirle a tus viejos que no se olviden de pagarte las cuotas del Corsa? ¿Pero por qué no mandás “quiero hacerme romper el orto por un marinero nigeriano” al 2020?
Podría seguir pidiendo la muerte de medio Nuevo Cine Argentino, pero sería como reírse de De La Rúa: ya no tiene gracia. Y no se gasten con desearme la muerte por esta nota porque, entre la bilis segregada y la faringits que tengo, es muy probable que me derrumbe antes de terminar de escribir este post de mie

miércoles, 24 de agosto de 2011

Matemos a Tio Curzio


  Matemos a Tío Curzio ("Multiespacio" con el famoso combo cena-show-baile) porque es un lugar con demasiados peros: es trucho pero pretensioso; es caro pero mediocre; es lujoso pero grasa. Sin embargo, hay que decir que son esos peros los que lo transforman en el lugar ideal para ciertos eventos que detallamos a continuación, eventos que marcan la identidad de esta ciudad, que la hacen única e irrepetible (por suerte…)
  Es el lugar elegido para las reuniones empresariales. La razón es que sus asistentes tienen que tragar tantos sapos en esas hipócritas comidas de triunfadores que se abrazan y tienen puesta la camiseta de la empresa (cuando todos son unos infelices serruchapisos que necesitan un ascenso ya para mantener el nivel de vida y que la mujer y los hijos no los odien tanto) que el lomo no sea lomo y el pavo no sea pavo es lo de menos.
  También es un clásico de las fiestas de egresados porque la gente ya asumió resignadamente que es una grasada que les saldrá una fortuna. Algún padre desorientado o adolescente rebelde que escucha punk intentará rebelarse, pero es inútil: tendrán que padecer al animador, que las chicas lloren y que los pendejos se emborrachen con alguna bebida que parecerá kerosene.
  Tan inevitable como que tu hija pierda la virginidad será intentar impedir la fiesta de 15 si las amigas la hicieron. Y puesto que no podrás obviar los centros de mesa ridículos, la ceremonia de las velas, gastar el equivalente a un plasma en invitar a la familia política que odiás y que te criticará igual, será apoteósicamente horrible si es en Tio Curzio. Todo padre, igualmente, deberá sacar un crédito con usureros para la fiesta de la nena sabiendo que la felicidad de la jornada depende solamente de que el imbécil que le gusta a la piba decida ir en lugar de quedarse en la casa jugando a la wii, y que en el caso de concurrir se le ocurra bailar con ella pese al absurdo que supone danzar con una chica que parece un merengue.
  Por otra parte, aquel que se decida por ver un espectáculo retro mersa (María Marta Serra Lima, ponele) será mejor que lo haga en Tio Curzio, el lugar ideal para ver cincuentonas sudorosas y amatambradas con remeras brillantes y sonrisas tan postizas como sus uñas, a la búsqueda de producir una imagen tan triste que con un pequeño envión por la loma podrás tirarte al mar y ser devorado por una orca asesina.
  Si con todo lo mencionado no los convencemos, paguen una entrada para ver algún espectáculo de cuarta en la sala de teatro que los Benedetti, dueños del lugar y familia de alcurnia local, improvisan en la temporada de verano: zarzuelas, magos, cantantes gordos que se dicen tenores, unipersonales; y si no alcanza, pidan turno para pasar año nuevo.
  Matemos a Tio Curzio porque representa muy exactamente a esa Mar del Plata trucha pero pretensiosa que nos gustaría creer que se murió. Pero no: allí está oropelada y eterna como los lobos marinos.

domingo, 7 de agosto de 2011

Matemos a los emprendedores

Empezamos esta investigación con una certeza: cada vez que escuchamos hablar de “emprendedores” sentimos ganas de sacar un revólver. Pero cuando fuimos investigando quiénes son los entrerpreneurs  confirmamos la necesidad de ajusticiarlos públicamente.

En principio tendíamos a asociar al emprendedor con ese compañero del secundario que no tenía un mango y se puso un bar: en seis meses deshizo unilateralmente la sociedad con el gordito loser con viejos de plata. Varios empleados del bar  te contaron que era un negrero hijo de puta. El tipo, que nunca fue muy pintón, curte ahora un aspecto metrosexual que le permite conseguir altas minas, aunque siempre corra el riesgo de que lo linchen sus enemigos. Es decir, podemos asociar fácilmente al emprendedor con el pequeño garca. Aquel garquita que siempre está peleado con hermanos o primos porque mordió de más en el  patrimonio familiar.
Sin embargo, ahora resulta que la labor de “emprender” es mucho más amplia ya que contempla a algunos otros hijos de puta y a unos cuantos nabos.

Podemos incorporar también al grupo a los emprendedores pelotudos que aceptan ser monotributistas trabajando para una empresa. Su trabajar en negro, el ser trabajadores precarizados, no les resulta indigno porque ellos son “emprendedores” antes que empleados. Es decir, el emprendedor es el mayor forro del capitalismo. El nabo del que el sistema siempre podrá alimentarse. Es apenas clase media y se cree (y hasta vota) como si fuera empresario.

Otra categoría son los emprendedores  pelagatos no asumidos. Cuando le preguntás a este marginal qué hace, te dice que tiene un “emprendimiento” de paisajismo o un proyecto en el área alimenticia, solo porque le da vergüenza decir que le corta el pasto a los vecinos o hace ensalada de frutas que le vende a las butiqueras siempre deseosas de adelgazar a bajo costo.

Un rubro especial son los emprendedores losers. Siempre están iniciando un nuevo negocio en el que les va como el culo: primero fue un emprendimiento de comida para celíacos, luego un locutorio para hipoacúsicos y por último una revista sobre perros índigo. Asumilo: los negocios no son lo tuyo; no tenés una visión iluminada de nuevos nichos de mercado sino que, simplemente sos un forro que ya le hiciste perder plata a papi, a la abuela y a un par de amigos.

Los peores, sin embargo, son los sujetos autodenominados emprendedores, los que que, con orgullo te dicen “soy un emprendedor” como si eso los colocara en una categoría superior por sobre la gente vaga, en la que impera la desidia, a la que le va mal o es pobre simplemente porque quiere. No hay duda de que a los que se autodenominan emprendedores habría que mandarles rápidamente sicarios guatemaltecos.

Otro fenómeno notable es que alrededor de estos nabos o garcas autodenominados emprendedores se genera todo un negocio: blogs, páginas, libros y cursos que contemplan los intereses de estos imbéciles engreídos. En http://www.enterpreneur.com/ abordan tópicos del tipo “Cómo sobrevivir a una inspección fiscal”, “Cómo proteger tu teléfono celular contra el sabotaje” o “Cómo no ser un jefe odiado”. Fascinante.

Un párrafo aparte merecen los cursos para emprendedores, como si la actitud o empuje para ser un cuentapropista de la nada pudiera enseñarse en un curso corto de la universidad. La gente necesita más antidepresivos, no cursos de enterpreneur. Claro que esto no le importa a quienes dictan esos cursos ya que los que los inventaron  son los verdaderos emprendedores: los que emprendieron el camino a cagarte y quedarse con tu plata. Últimamente la Universidad CAECE ofrece uno de los mencionados cursos. No da para ensañarse con ellos, peores son los boluditos que van. Ni hablar de los garcas jóvenes de la UCIP, pseudos empresarios cuyo mérito es sólo haber heredado el negocio y el espíritu negrero de papá.

Lo peor del emprendedor es tenerlo cerca: la novia de tu hermano, un amigo de un amigo, etc. al que le terminás comprando boludeces (como a los artesanos advenedizos): desde panes saborizados a productos importados de cero utilidad.  Si viajás, te engarzan para que les traigas “materia prima” cuyo precio seguramente estará desactualizado, así  que, encima, tendrás que financiar la compra. Digamos que, en este caso, sos más pelotudo que el emprendedor porque pasás a ser su empleado, mientras él continúa con su apología de trabajo autónomo y anticapitalista evangelizando giles que, como vos o yo, trabaja en relación de dependencia.

Matemos a Manolo


Matemos al clásico comedero popular (no nacional)  cuyo máximo exponente es Manolo. ¿Las razones? Primero: el nombre; esta ciudad ya tiene demasiada mediocridad gallega como para que nos lo recuerden constantemente con una marquesina roja en letras cocacolescas.
Segundo: ¿churros rellenos de pastelera? ¡Qué hijo de puta! Creerte el rey del churro (acá, en MdP o sos el “rey” de algo o no sos nada, y las dos cosas son una mierda, ¿o no?) no te autoriza a meterle materia fecal de cabra  a los churros.
Aunque abra sucursales más cool y noventosas, no te deja pagar con tarjeta de crédito ni de débito… ¡hasta un polirrubro tiene ese aparatito del orto! Dejá de evadir, capitalista rapaz.
Tener un mozo negro y otro albino no te transforma en un exótico “espacio gastrónomico” palermitano; ni te hace políticamente correcto (si es que les interesa algo así).
La ambientación tipo Miami es de cuarta: espejos, fuentes con agüita y… ¡peces! Ni hablar de la iluminación: si querían saber qué es la famosa luz mala, es eso.
Por último, y lo más importante: matemos el concepto de hacer cola para morfar como símbolo de calidad, éxito, servicio. Está claro que habría que matar a las ovejas que van ahí y promueven toda esta mierda miamiesca, pero va a ser más fácil que Del Sel se trasforme en un cuadro político, que la gente abandone la política del rebaño.

Ahora, queridos lectores, ¿tienen algo para decir sobre algún tipo de comederos locales decadentes llenos de luces dicroicas como Manolo? (a ver si se ponen las pilas con los comentarios y dejan ese tono Lilita Carrió de denuncia esotérica agazapada o de periodismo  tipo Majul –a menos que trabajen en Libre, ahí se justifica)

martes, 12 de julio de 2011

Matemos a los jardines de infantes



Los jardines de infantes son esos extraños recintos plagados de mujeres infantilizadas, olor a caca y discos de Adriana cantando “Ronda ronda ronda redonda”. De afuera, es fácil reconocerlos por la cantidad inverosímil de autos en doble fila, combis naranjas y mugrientas, y montones de pendejitos haciendo quilombo mientras las madres se cuerean con el mayor disimulo posible mientras tratan de que el resto vea lo buenas y lindas que son.

Detrás de tanta ternura, proliferación infinita de niñitos saltarines y gritones, sonrisas estereotipadas de maestras en realidad agotadas y canciones infantiles con voces agudas e insoportables, se esconde un verdadero dolor de huevos.
Dolor de huevos de las docentes hartas de los doble turnos: arrancan a las 7 de la mañana, recibiendo a esas hordas de pequeños desenfrenados, a veces llorosos, a veces empapados en moco, hiperkinéticos porque en la casa no se les ocurre ponerles un freno (Ay, vos retalo, seño, cualquier cosa, Facundito está re bravo en casa). Y el pibe arrancó la mañana pegándole una patada voladora de power ranger enfurecido mientras le gritaba “Te voy a mataaaar!”. 
Se tienen que bancar a padres/madres hinchapelotas al máximo, que si el nene extraña que me llamen, que el delantal vino manchado de témpera, que no corra mucho en educación física porque hace dos semanas tuvo tos.
Se tienen que morfar a la directora, la vice directora, la inspectora, corriéndolas para que planifiquen a tiempo las mismas boludeces de siempre, coordinada con la compañera de sala, que sea original pero no tanto, que ese detalle, que tal otro, y la pobre seño se pasa con los nenes diez horas entre un jardín, el otro y la corrida del medio (bondi que tarda, le resta los quince minutos que le quedan para el sanguchito y para calmarse del ataque de los nenes de sala de tres años antes de tomar la sala de cuatro del siguiente cargo).
Dolor de huevos para los padres: Papis para mañana tiene que venir disfrazados del Zorro y Mujer Maravilla, para el jueves que los nenes vengan con seis rollos de papel higiénico y un sombrero para decorar, para el lunes necesitamos que se presenten a las 9.45 para compartir la ronda con los niños. Y a vos no te dan el día en el trabajo, pero si no vas sos un hijo de puta que no se interesa por el hijo o un irresponsable que no le mandó la quinta boludez que te pidieron en el mes (material de desecho, cordoncito fucsia, vasito de telgopor, medio metro de tela de tul celeste). 
Ni hablar de las actividades como actuar, salticar, cantar y hacer de boludo mágico en las reuniones “interactivas” con los nenes y las maestras, tan contentas y convencidas de que es re re lindo lo que nos hacen hacer a los padres, avergonzados, rotos las pelotas.
Y es curioso cómo estas docentes -antes de entrar en años y kilos y maquillajes y salidas con colegas penosas como ellas- tienen una particular tendencia a participar en los actos disfrazadas de personajes con poca ropa. Además de boludas, atorrantas. Eso explicaría las ganas de los chicos de ir al jardín.
Para compensar las ganas de los papis a entrarle a las seños, ahí andan las madres, meta mearse con el nabo del profe de gimnasia. Es joven, alto, atlético, simpático y hace las delicias de las mamis. O es puto.
Dolor de huevos de los infantes, que tienen que crecer escuchando pelotudeces de jovencitas recién recibidas “porque le gustan los nenes” o pelotucedes viejas de minas a las que la vida les viene ganando por goleada. Infantes que tienen que luchas contra otros infantes que los tiene de pibe y los fajan a cada rato. Nenas que quieren salir de ahí con novio aconsejadas por la frustrada de la madre. Nenes que no saben limpiarse el culo pero que le pegan bien con las dos porque el imbécil del padre quiere que los fichen en Independiente antes de los diez años. Nenes y nenas que no entienden que momento del día es porque los padres los mandan natación, ingles, portugués, futbol, patín, computación, aikido y yoga.
Momento cúlmine: fiestita de fin de año. En Teatro Güemes, Colón, Auditorium y otros: si lográs entrar con vida y conseguir un lugar donde sentarte después de forcejear contra 300 barrabravas disfrazados de tías y abuelas, están las madres que se hacen las estrellas porque tienen esa única oportunidad en su vida, los padres que nos sentimos en la más degradante ridiculez disfrazados de conejo gigante y desproporcionado, o de árbol con un tubo de tela marrón agarrándonos las piernas y todo el tiempo a punto de caernos, tomados de las manos con otros padres tan pelotudos como nosotros. Y mientras nuestros pibes se nos cagan de risa, vemos a las maestras exultantes de felicidad, elevadas algunos centímetros del piso casi al nivel de Aleluya de Mozart, por nuestra patética actuación.
Así las cosas, luego de descubrir que Herodes se quedó corto, tenemos argumentos suficientes para matar a las maestras de jardín de infantes, a las directoras, a los padres y por qué no, a los niños.

miércoles, 29 de junio de 2011

Matemos a los tuiteros


Desde que tu vieja se abrió un Facebook etiquetándote en fotos familiares impresentables supiste que tenías que escapar de ahí: no le alcanzó con los cortes de pelo de campo de concentración nazi cuando tenías 7 años ni con los joggins de sospechosas telas a los 10 ni con los aplausos histéricos cuando te recibiste.
Pero el mundo virtual no se reduce al muro de los lamentos facebookiano,  Twitter es mucho más porteño, moderno y la mayoría de sus usuarios escriben desde Blackberrys: es el lugar ideal para vos. Claro que este estatuto superior vino a confirmarse recién  cuando Beatriz Sarlo, que viene buceando desde hace varias décadas en la mierda (desde las novelas rosas  hasta los video juegos), los definió como “la espuma de la espuma” (¿?).

Pero tuitero no es cualquiera y convertirse en tuitstar es tan complicado como tener un diálogo de paz, amor y sana competencia con los hinchas de  River en el entretiempo de su último partido en primera división. En primer lugar, hay que familiarizarse con el lenguaje: Avatar, RT, Fav, Mention, #, @, DM, Follow, UFF y  los insoportables verbos derivados de tales actividades como arrobar, favear, retuitear, hashear, etc, etc… neologismos casi tan perecederos como las denominaciones de las facciones  políticas en pugna en 2011 (¿binneristas, alfonsinistas junioristas, genetistas?).

Luego de aprender el idioma y las operaciones básicas necesarias, el tuitero necesita conseguir seguidores (convengamos que no tener seguidores de TW es como tener la mayor parte de tus amigos en FB con tu mismo apellido). Para ello bastará con operaciones similares a las de otras redes sociales o las del colegio secundario: chuparle las medias a los populares aunque la mayoría de las veces no entiendas qué están diciendo o a quién le están contestando. Curiosidades del campo: la gente asume que no coje, que es loser, que se pasa las horas frente a la PC, mientras que los ricos y famosos ponen frases cool desde su Blackberry en las playas del Caribe.

Otra cuestión interesante es el Perfil. Si bien en Facebook han proliferado las identidades truchas (o casi todos son Dr. Jekyll_y_Mr.Hyde, es decir, tienen una identidad legal donde son amigos de su mujer y tienen fotos con los chicos y otra, pirata, con foto trucada  que usan para chatear con minitas o espiarle la vida a la secretaria a la que siempre le tuvieron ganas), en Twitter la falsificación es la norma. Tanto el nombre como la foto y la biografía pueden ser absolutamente cualquier cosa. Algunos de tus “amigos” de allí se llamarán: La tostada loca, Margarito Perón, Orgullo zombi, Tengo Celulitis, Juana de Arcor, La vaca drogada, Mostro Punk o Edgar Allan Poett (nuestro preferido). En las fotos vale poner un cuerpo musculoso, un culo increíble, a la Mujer Maravilla o una  placa roja de Crónica: todo es tan permitido como absurdo.  Los únicos que aparecen últimamente con su nombre y fotos reales (más o menos reales, claro) son los políticos en campaña, que tienen que competir contra los perfiles truchos de políticos en campaña; en muchas ocasiones, mucho más creíbles que ellos.  
Un apartado especial merece la “Bio”. Los creadores de Twitter asumen que sus usuarios no tienen mucha vida, de manera que te dan 150 caracteres para que expliques quién sos. Una vez más la gente utiliza el espacio para mandar fruta: “No pertenezco al 98 % del universo femenino que necesita Activia para cagar”; “Militante activo contra el maltrato de instrumentos musicales”; “Fóbico, hincha pelotas, cómico frustrado, músico aún más frustrado, cantante cuasi afinado, lector compulsivo, deepcamboyano”; “Si buscás algo ingenioso te equivocaste de ventanilla. Es acá al lado”. Igualmente son preferibles estas biografías absurdas que aquellas enumerativas, insufribles, al estilo: “Madre, trabajadora, nac&pop, esposa, pero sobre todo MUJER”. Todo es mentira y a nadie le importa, se está ahí para fingir que somos otra persona: alguien más moderno, irónico, exitoso e inteligente sobre todas las cosas (y, ojo, cuesta ser inteligente aunque sean 140 putos caracteres). Lo malo es que como todos mienten descaradamente el Twitter no tiene la utilidad del Facebook para espiarle la vida a la gente.

Así como a todos les chupa un huevo la identidad real, tampoco importa un carajo que aquello de lo que se hable sea una flagrante mentira: en  Twitter todos los días muere algún famoso y no importa que puedas abrir una ventanita al lado para corroborar que es cualquiera, seguirás difundiendo la noticia trucha (“Murió Cacho Castaña”, “Murió Chávez”, “Marcela Morelo perdió un brazo en un accidente de tránsito”; “Gustavo Cerati guiñó un ojo”) y creyendo con igual firmeza en la que surja al día siguiente.

Obviamente, el Twitter, como el tránsito  o cualquier oficina, estará lleno de gente patética que tendrás ganas de asesinar. Especial mención merecen los arrastrados que dicen: “Te sigo, seguime”; “Vale la pena vivir la vida, plis RT”; “Tengo 199 seguidores, por favor que se sume uno más así llego a los 200!!!!” (a lo que contestás, obvio, dejando de seguirlo, así está en 198). Pero abandonemos a  estos usuarios borders y la descripción de sus conductas opas, no sólo porque son insufribles sino porque existe una excelente tipología de los usuarios de Twitter,  hecha por Blogpelotudo.

Una cuestión fundamental es la de los 140 caracteres. Todo debe ser dicho en frases que no superen esa extensión, lo que nos transforma  en insoportables  Naroskys (o su versión chilena mejorada, Jodorowsky) que vivimos inventando aforismos más o menos ingeniosos del estilo: “Vender un hijo, quemar un libro, fumar un árbol”; “Con miga no”; “Twitter es un arma de distracción masiva”; “Cuando un puto muere su alma vuelve al placard y se queda allí para siempre, ordenando la ropa por colores”; “Parka, esperá un Cacho”; “Siempre fui mucho más fan de los finales que de los principios”; “Violencia es mentol”; “Me da más seguridad un boliche de Chabán que Luchetti saliendo a cortar centros”; “Quiero profundizar la modelo” y otras gansadas por el estilo. Así que olvidate de informar, debatir, hacer campaña contra las drogas  y otras actividades fútiles por el estilo. Twitter es el espacio para los Pepe Muleiro de la red, los humoristas frustrados, o los frustrados a secas. En la vida del infeliz tuitero, cuando un tweet le gusta a más de cinco changos le regalan una estrella gigante, y si son más de cincuenta, un trofeo estilo Mario Bross (el favstar es un concurso imaginario en el que todos participan aunque no ganen nada). Es decir, cuando empezás a usar el Favstar para ver cómo rankean tus frases, estás completamente en el horno. Cuando tus tweets sean exitosos, llegues a un número redondo grande de seguidores o aparezcas en muchas listas, lo comentarás irónicamente en el propio Twitter: serás lo suficientemente canchero como para reírte de lo nabo que sos; pero no lo bastante como para dejar pasar el ínfimo logro.

PD: Por supuesto que todos los nombres, biografías y tweets son reales. Pueden entrar a buscarlos, hacerse adictos y no regresar más a la vida normal. Es lo que nos pasó a nosotros que entramos a ver qué onda y escribir un post y fuimos abducidos por esa mierda.

jueves, 2 de junio de 2011

Matemos al estudiante de teatro marplatense


Déjennos comenzar este post, ilustrados lectores, aludiendo a una cuestión central en el campo de la filosofía, a la que intuimos (por la calidad de sus comentarios) que están tan apegados. Nos referimos al problema largamente considerado del Devenir y la Inmutabilidad. Entendemos que les rompen las pelotas los posteos largos, y aunque –honestamente- nos chupe un huevo, tal vez los tranquilice saber que no pretendemos extendernos demasiado en el asunto… Sólo lo necesario para demostrar que hay un evidente, sólido lazo, que une los preceptos de Parménides y Zenón de Elea con el estudiante de teatro marplatense.
La cosa es así: hace unos 2600 años, más o menos, un señor llamado Parménides se ocupó de plantear algunas cuestiones referidas al ser, al ente. “Todo lo que es –dijo el tipo- es el ente; y es necesario, único, inmutable, inmóvil, inengendrado, imperecedero, intemporal e indivisible”. Tomá mate: de un plumazo el loco negó, entre otras cosas, la realidad del movimiento. “Lo que es, es inmóvil”, dijo.
Un discípulo y coterráneo suyo, Zenón de Elea, se despachó unos años más tarde con varias aporías, que seguramente les suenan, ya que fueron tópico frecuente de conversación en los pubs cancheros de la estimulante noche marplatense. Son las famosas paradojas sobre el movimiento: la aporía de los segmentos infinitos, y la de la bizarra carrera entre Aquiles y una tortuga. Según Zenón –y no lo vamos a contradecir nosotros-, el movimiento no es posible: “Todo movimiento, aun el menor arranque inicial, es imposible por el hecho de que presupone la superación de infinitos puntos (o segmentos) intermedios”. Dijo eso, y dijo que en una carrera entre Aquiles y una tortuga, por más velozmente que corriese el glorioso guerrero aqueo, siempre ganaría aquélla. Lo dijo, en serio. Si no nos creen búsquenlo en la wikipedia, no jodan.
Pues bien, lo que venimos a plantear, arponeros queridos, es que no hay manifestación más clara, prueba más irrefutable de la verdad que encierran los planteos de Parménides y Zenón de Elea, que la existencia del estudiante de teatro marplantense: eso sí que es un ente. Estudiante Neófito de Teatro Eternamente (ENTE), podríamos aventurar… pero es un poco forzado, lo reconocemos.

El asunto, señoras, señores, es que el marplatense que estudia teatro prueba con creces que el movimiento es imposible, que la inmutabilidad es esencial al ente. Ojo, se entiende: ¿quién quiere mutar su condición de estudiante por la de “actor realizado”, sabiendo que el rotundo fracaso es, lejos, la suerte más clara que se puede esperar? Hay más chances de cogerse de parado a Lady Gaga sobre una bicicleta sin rueditas, que de conseguir un pasar digno como actor o actriz en esta fecunda ciudad.
Lo que queda, entonces, es vivir de la ilusión. Armarse una burbujita de pedos, en la que el ente pueda sentir que es un artista incomprendido; la encarnación de los ideales de Stanislavski, Grotowski, Barba, Strasberg y Pipo Pescador juntos, en un medio hostil; un intérprete tanto más genuino y verdadero cuanto mayor silencio le devuelva la platea despoblada, sin quebrar su –autista- obstinación.
Todos conocemos a alguno de estos ejemplares, seguro que sí. Todos tenemos cerca a alguno de estos entes… los reconocerán porque cuando alguien les pregunta, “¿y vos qué hacés?”, responden con una sonrisa como de máscara, y cierta patética solemnidad: “Estudio teatro”. No dicen Trabajo en un supermercado, Mi viejo me pasa plata o Me rasco el escroto en una dependencia municipal, no. Dicen: “Estudio teatro”, como si dijesen Soy libre, He alcanzado una verdad sólo reservada a unos pocos o Tengo la suerte de haber descubierto tempranamente en la vida cuál es mi afortunado sino. Déjense de joder, chicos.
Pero lo que espanta, lo que de verdad da escozor, es todo lo que encierra esa breve afirmación. “Estudio teatro” quiere decir que el sujeto en cuestión ha atravesado, cargado de convicción, todas, o una buena cantidad, de las siguientes estaciones:
- Fue a un taller de juegos teatrales, en el que descubrió las posibilidades expresivas de su corporalidad. Allí: se frotó con personas prácticamente desconocidas; se arrastró –en jogging y camiseta- lustrando el piso mugriento de una sala tenuemente iluminada; y dijo largos textos utilizando una sola vocal, riendo con ganas, como si de verdad fuese gracioso.
- Asistió durante un tiempo a algún curso de clown (tal vez al tuyo, Yanícola, fiel lector de nuestro blog), porque sintió, como una revelación, que detrás de una naricita roja cualquier cosa era posible. Allí: se frotó con personas prácticamente desconocidas; practicó con fervor místico la “mirada a público”; “descubrió su clown interior”, al que bautizó con un nombre absurdo, y de quien habla –aún hoy- en tercera persona; participó de una varieté con un sketch pedorro, y prácticamente improvisado; y descubrió que, detrás de una naricita roja, uno sigue siendo el mismo pelotudo, pero bastante más ridículo.
- Se anotó en el taller de teatro de la universidad, porque pensó que, lo que en realidad necesitaba, era tener una base sólida en su formación actoral. Allí: se frotó con personas prácticamente desconocidas; aprendió a criticar a sus compañeros, y las obras de teatro a las que asistió desde entonces, con palabras importantes y feroces; descubrió el “teatro serio”; lloró en memorias emotivas, como si estuviese masturbándose en público, y le encantó sufrir acordándose de cuando se le murió aquel pez globo, reventado de comida.
- Fue a un seminario de Contact Improvisation, porque le agarró el gusto a frotarse con personas prácticamente desconocidas. Allí: se frotó, mucho, con personas prácticamente desconocidas.
- Se anotó en la EMAD, porque pensó que, bueno, al fin y al cabo, un título no viene nada mal. Allí: se frotó con gente que, a esta altura, ya conocía de todos los lugares anteriores; fue al pedo la mitad de los días, porque hubo paro, o faltó el profesor, o hacía mucho frío y no daba para hacer nada; y se fumó las puestas pretenciosas y pedorras de sus compañeros y compañeras, haciendo que aquellos se fumaran luego las suyas.
- Participó de intervenciones públicas, o performances, en las que se buscaba sorprender con un acto dramático e inusitado a personas que no lo habían solicitado y a quienes, en rigor, les daba bastante vergüenza ajena ver a un grupito de salames embadurnados de merengue y bailando alrededor suyo, muy cerca, como jugando al tradicional “¡El aire es libre, el aire es libre!”. La puta que los parió: si quiero ver teatro voy a pagar una entrada y sentarme en una butaca. No me jodan.

Simultáneamente a todas estas experiencias, nuestro ente fue presentándose a todos los castings habidos y por haber: publicidades televisivas en las que no quedó porque buscaban otro look, por lo visto sólo conseguible en Buenos Aires; cortos de estudiantes en los que, desgraciadamente, sí quedó, y luego anda mostrando como si fuesen maravillosos; películas que iban a revolucionar desde Mar del Plata la historia del cine nacional, pero nunca llegaron a realizarse; etcétera…
En fin, para ir cerrando este post, y que no lloren nuestros lectores menos lectores, podemos concluir que Parménides y Zenón de Elea fueron dos auténticos grosos en la historia del pensamiento, pero olvidaron atribuir algunas otras características al ente que definieron: a las ya mencionadas cabría agregar que éste es inconstante, inmaduro, insoportable, inseguro e improductivo. Un auténtico plomo.
El estudiante de teatro marplatense es una de las más radicales manifestaciones de nuestro patetismo local, una casta de sobresalientes impostores que merece, a no dudarlo, el arponazo definitivo.

lunes, 30 de mayo de 2011

Matemos a los blog de minita


Seguimos trabajando para ustedes. Mientras, les dejamos un nuevo post, en este caso, una colaboración que gentilmente nos han enviado desde algún extraño, lejano y femenino lugar del mundo. ¡Saludos, amigos y enemigos virtuales! (20.000 visitas y casi sin nombrar a Sarlo, es un mérito, o no?)

Internet da para todo. Esta verdad de Perogrullo resulta irrefutable y vigente al enfrentarnos con un flagelo que aumenta exponencialmente conforme se incrementa el acceso a esta herramienta que es revolucionaria en sus posibilidades pero que acaba siendo una navaja en manos de un mono tití en el 80% de los casos.
Digámoslo así: si hoy viniera el señor Internet y dijera “hay que recortar un poco el caudal de información que está circulando, esto es un berenjenal, así no va”, lo primero que deberíamos reclamar que desaparezca son los blog de minita.
El blog de minita es un mal de la época. Mezcla de revista femenina y libro de autoayuda (dos de los productos más nefastos del consumo cultural), éste tipo de bitácora sirve para sostener y alimentar el ego y los conflictos mal resueltos de mujeres de edad variable que no llegaron a superar la fase “salida de la niñez-adolescencia temprana”.
No importa que la autora sea una mujer mayor de edad, casada, divorciada, separada, viuda, soltera empedernida. La dueña del blog de minita usa ese espacio como usa una minifalda: para exponer(se) y ver si otros la aceptan y la quieren y le dan la razón. Para ello recurre al relato básico de experiencias habitualmente personales que no revisten demasiado interés salvo para quién las escribe.
En ese espacio (que tiene porque es gratis como el aire) ella (suelen ser mujeres, mal que nos pese a otras mujeres), cuál vedette de cuarta de Bailando por un sueño, cuenta literalmente de qué va su vida. Ojo, el blog de minita también tiene pretensiones y puede –o no – mechar algo de ficción, habitualmente de bajísima calidad literaria. Porque lo principal del blog de minita es que su autora es mala escritora: poco original, sin estilo y plagada de lugares comunes.
El blog de minita es la recreación del diario íntimo rosa con candadito y llave transformado en acto público. Nada hay más aburrido que el diario íntimo de una chica confundida, salvo el blog de minita (y la revista femenina).
Y sin embargo, funcionan. Algunos blog de minitas reciben visitas y comentarios de otras mujeres igual de tristes y frustradas, que se sienten identificadas con la protagonista cuál si se tratara de la novela de la tarde.
Muestra paradigmática del lugar que Simone de Beauvoir tan bien ha definido (la angustia de ser un género ideológicamente sometido) el blog de minita nivela para abajo la capacidad de abstracción y análisis. Esconde problemáticas reales bajo interpretaciones caprichosas y superficiales que no producen reflexión ni catarsis (una de las funciones primordiales del arte verdadero).
En Internet, no hay nada más trivial que el blog de minita (con excepción de los videos de gatitos de youtube). Incluso la pornografía cumple allí una función social indispensable. Es además otro síntoma de esta posmodernidad desigual, en la que abunda una bajísima capacidad intelectual en todos los estratos sociales, estupidizados por un sistema que incentiva y estimula la negación del sufrimiento y el dolor reales con falsas canalizaciones que no canalizan lo que deberían canalizar.
Señoras, señoritas: es hora de entender que no nos interesa su vida. Que no son escritoras por contar pavadas. Que algunas cosas se resuelven en el diván y que muchas no se resuelven nunca. Tengan amigos, confidentes, personas que las quieran, no se expongan a la risa y la pena que provocan sus tristes confesiones. Si quieren escribir, esfuércense por escribir cada vez mejor, pero por favor, evítennos a quienes tenemos sensibilidad sus berridos. Maduren, que hay mujeres que las necesitan lúcidas y no contando qué pasó el otro día, cuando su jefe las miró mal.
Se los decimos por el bien de todas.

lunes, 18 de abril de 2011

Matemos a Armani


Sábado 02 de abril, 22:00hs. - Creeptown bar: JORGE ARMANI GUITARRA, MARCOS BASSO BAJO ELECTRICO, DANIEL HOYOS BATERIA


Lo anunciaron con tantísima anticipación que despertaron el entusiasmo hasta en el más escéptico de los pesimistas; incluso algún confundido decía por ahí que se trataba de la primera aparición del Gurú del Jazz en Creeptown; esto me trajo alguna confusión porque ya lo había visto yo mismo tocar un par de temas un jueves, en alguna de las jam sessions, medio de incógnito, como quien va a tantear el terreno.

Así que lo fui a ver sin saber muy bien por qué (si, por aburrimiento y porque no hay muchas más opciones a cinco cuadras de mi casa), decía, sin saber muy bien con qué me iba a encontrar; es que aquello de "primera aparición en Creeptown" iba en serio, se trataba de una presentación oficial, nada de jam, nada de zapar, elenco estable y repertorio oficial.

Lo primero que noté fue el ambiente tenso, se podía matar un avestruz con un suspiro, lo que no es nada habitual en Creeptown: la gente pedía silencio y chistaba a cada rato, igual igual a los fanáticos religiosos en la misa (pero es que resultaba tan parecido que no pude evitar la triste comparación); para cuando llegué ya habían tocado un buen rato, era el último tema antes de la primera pausa, el Gran Maestro tocaba sentado, encorvado sobre su guitarra como... como... (ya que hablamos de misa) el jorobado de Notre Dame sobre una de sus gárgolas; sentado en una silla, en Creeptown que no tiene escenario (los músicos están al mismo nivel que el público), quiere decir que la mesa inmediata al maestro, ocupada por tres o cuatro personas, lo tapaba casi por completo, pero esto no impedía que los seis o siete tipos del fondo sufrieran ataques severos de epilepsia cada vez que alguien se cruzaba entre ellos y la banda para ir al baño o pedir una cerveza, impidiéndoles contemplar los cuatro pelos del Sumo Sacerdote que se veían agitados por allá abajo, entre la gente, cerca de la vidriera.

Es que daban ganas de darse vuelta y preguntarles "¿es la primera vez que vienen acá?", pero no sabía qué explicarles primero, si decirles que el boliche se llenaba tanto que era imposible ver a los músicos desde el fondo (lo que ellos no podían saber por que: 1. estos fanáticos exacerbados jamás habían pisado Creeptown, y 2. porque el gran Armani no alcanzó a llenar el boliche), o explicarles que nunca antes habíase agenciado a Creeptown un grupo de espectadores tan violento y mal educado.

Evaluaba este tipo de cuestiones cuando noté que el Pope de las Seis Cuerdas se esmeraba trabajosamente con una balada que derrapaba hacia el silencio, bajando de manera notable los decibeles, espaciando sus notas en una búsqueda de sutil delicadeza musical… esto me hizo suponer una gran compenetración entre él y este público recalcitrante que pedía silencio y obligaba a la gente a correrse; la balada podría haberse titulado: "guarda con mi talento, escúchenlo, no se distraigan, voy a tocar bajito, más vale que a nadie se le escape un pedo..."

Entonces llegué a la conclusión de que se retroalimentaban, él tocaba más y más delicadamente y su público enardecía más y más por escucharlo... claro, supongo, me imagino que se debería a que, durante esas suaves y lentas baladas empalagosas, se puede apreciar el sonido de su guitarra sin esos raros... esos raros... ¿chiflidos? ¿quejidos? ¿gritos? ¿aullidos?... maullidos que acompañan indefectiblemente sus notas más potentes, y que Armani parece incapacitado de controlar, como si se tratara de un caso de posesión demoníaca o mal funcionamiento neuronal, y que provocan el ineludible efecto de absorber toda la atención de la audiencia (que, generalmente y debido a los lugares reducidos en los que toca, se encuentra a medio metro), impidiendo así una correcta apreciación artística de sus habilidades...

(sí, alguien tenía que decirlo)

En fin... cuando todo indicaba que tendríamos un respiro, una pausa, un descanso, el Máximo Guitarrista Marplatense hizo un silencio, se puso de pie... Y DIO UN DISCURSO, así como lo digo... un discurso.

Un momento inefable, una página sin igual en la historia de la música marplatense, una ceremonia, un bautismo, si, eso es lo que fue, un bautismo, el Sumo Sacerdote bendiciendo a la grey, el Gran Padre aprobando el camino elegido por los hijos pródigos, etc... y todos, TODOS, hacían "sí, sí, sí" con la cabeza, mientras Yoda impartía su sabiduría...

Lamentable desde todo punto de vista, no entiendo cómo la gente no empezó a pararse y salir indignada, no sé cómo hacen con el orgullo, con la soberanía personal y con el libre albedrío para metérselos tan hondo en el culo: eso sí, ahora están todos contentos, el jazz de Creeptown tiene sello de calidad Armani iso9000.

A mitad del discurso me fui, no sin recibir los chiflidos de todos aquellos que se perdieron durante una milésima de segundo la posibilidad de hacerle ojitos al maestro; el discurso, esto también hay que decirlo, fue largo, tedioso, por momentos incomprensible y divagante, lleno de autobombo, lleno de "toqué con éste y con el otro y en mis recitales en el extranjero y mi vasta y asombrosa experiencia" etc, etc, etc, con más bendiciones para los músicos y los "amigos de la casa que tanto hacen por la música", EXACTAMEMTE COMO SUCEDE EN LOS ACTOS MUNICIPALES DE INAUGURACIÓN DE UNA ESCUELA, pero doblemente aburrido porque eso no era una escuela y yo, por lo menos, esperaba emborracharme y escuchar buena música, y no sólo no escuché buena música, sino que salí perfectamente sobrio como si me hubieran echado encima un baldazo de agua fría.

No deja de asombrarme la capacidad de ciertas personas para agarrar cualquier cosa que funcione, que sea novedosa, entretenida y llena de la mejor onda, y a fuerza de solemnidad y cara de piedra, convertirlo en algo INSOPORTABLEMENTE ABURRIDO.