Desde que tu vieja se abrió un Facebook etiquetándote en fotos familiares impresentables supiste que tenías que escapar de ahí: no le alcanzó con los cortes de pelo de campo de concentración nazi cuando tenías 7 años ni con los joggins de sospechosas telas a los 10 ni con los aplausos histéricos cuando te recibiste.
Pero el mundo virtual no se reduce al muro de los lamentos facebookiano, Twitter es mucho más porteño, moderno y la mayoría de sus usuarios escriben desde Blackberrys: es el lugar ideal para vos. Claro que este estatuto superior vino a confirmarse recién cuando Beatriz Sarlo, que viene buceando desde hace varias décadas en la mierda (desde las novelas rosas hasta los video juegos), los definió como “la espuma de la espuma” (¿?).
Pero tuitero no es cualquiera y convertirse en tuitstar es tan complicado como tener un diálogo de paz, amor y sana competencia con los hinchas de River en el entretiempo de su último partido en primera división. En primer lugar, hay que familiarizarse con el lenguaje: Avatar, RT, Fav, Mention, #, @, DM, Follow, UFF y los insoportables verbos derivados de tales actividades como arrobar, favear, retuitear, hashear, etc, etc… neologismos casi tan perecederos como las denominaciones de las facciones políticas en pugna en 2011 (¿binneristas, alfonsinistas junioristas, genetistas?).
Luego de aprender el idioma y las operaciones básicas necesarias, el tuitero necesita conseguir seguidores (convengamos que no tener seguidores de TW es como tener la mayor parte de tus amigos en FB con tu mismo apellido). Para ello bastará con operaciones similares a las de otras redes sociales o las del colegio secundario: chuparle las medias a los populares aunque la mayoría de las veces no entiendas qué están diciendo o a quién le están contestando. Curiosidades del campo: la gente asume que no coje, que es loser, que se pasa las horas frente a la PC, mientras que los ricos y famosos ponen frases cool desde su Blackberry en las playas del Caribe.
Otra cuestión interesante es el Perfil. Si bien en Facebook han proliferado las identidades truchas (o casi todos son Dr. Jekyll_y_Mr.Hyde, es decir, tienen una identidad legal donde son amigos de su mujer y tienen fotos con los chicos y otra, pirata, con foto trucada que usan para chatear con minitas o espiarle la vida a la secretaria a la que siempre le tuvieron ganas), en Twitter la falsificación es la norma. Tanto el nombre como la foto y la biografía pueden ser absolutamente cualquier cosa. Algunos de tus “amigos” de allí se llamarán: La tostada loca, Margarito Perón, Orgullo zombi, Tengo Celulitis, Juana de Arcor, La vaca drogada, Mostro Punk o Edgar Allan Poett (nuestro preferido). En las fotos vale poner un cuerpo musculoso, un culo increíble, a la Mujer Maravilla o una placa roja de Crónica: todo es tan permitido como absurdo. Los únicos que aparecen últimamente con su nombre y fotos reales (más o menos reales, claro) son los políticos en campaña, que tienen que competir contra los perfiles truchos de políticos en campaña; en muchas ocasiones, mucho más creíbles que ellos.
Un apartado especial merece la “Bio”. Los creadores de Twitter asumen que sus usuarios no tienen mucha vida, de manera que te dan 150 caracteres para que expliques quién sos. Una vez más la gente utiliza el espacio para mandar fruta: “No pertenezco al 98 % del universo femenino que necesita Activia para cagar”; “Militante activo contra el maltrato de instrumentos musicales”; “Fóbico, hincha pelotas, cómico frustrado, músico aún más frustrado, cantante cuasi afinado, lector compulsivo, deepcamboyano”; “Si buscás algo ingenioso te equivocaste de ventanilla. Es acá al lado”. Igualmente son preferibles estas biografías absurdas que aquellas enumerativas, insufribles, al estilo: “Madre, trabajadora, nac&pop, esposa, pero sobre todo MUJER”. Todo es mentira y a nadie le importa, se está ahí para fingir que somos otra persona: alguien más moderno, irónico, exitoso e inteligente sobre todas las cosas (y, ojo, cuesta ser inteligente aunque sean 140 putos caracteres). Lo malo es que como todos mienten descaradamente el Twitter no tiene la utilidad del Facebook para espiarle la vida a la gente.
Así como a todos les chupa un huevo la identidad real, tampoco importa un carajo que aquello de lo que se hable sea una flagrante mentira: en Twitter todos los días muere algún famoso y no importa que puedas abrir una ventanita al lado para corroborar que es cualquiera, seguirás difundiendo la noticia trucha (“Murió Cacho Castaña”, “Murió Chávez”, “Marcela Morelo perdió un brazo en un accidente de tránsito”; “Gustavo Cerati guiñó un ojo”) y creyendo con igual firmeza en la que surja al día siguiente.
Obviamente, el Twitter, como el tránsito o cualquier oficina, estará lleno de gente patética que tendrás ganas de asesinar. Especial mención merecen los arrastrados que dicen: “Te sigo, seguime”; “Vale la pena vivir la vida, plis RT”; “Tengo 199 seguidores, por favor que se sume uno más así llego a los 200!!!!” (a lo que contestás, obvio, dejando de seguirlo, así está en 198). Pero abandonemos a estos usuarios borders y la descripción de sus conductas opas, no sólo porque son insufribles sino porque existe una excelente tipología de los usuarios de Twitter, hecha por Blogpelotudo.
Una cuestión fundamental es la de los 140 caracteres. Todo debe ser dicho en frases que no superen esa extensión, lo que nos transforma en insoportables Naroskys (o su versión chilena mejorada, Jodorowsky) que vivimos inventando aforismos más o menos ingeniosos del estilo: “Vender un hijo, quemar un libro, fumar un árbol”; “Con miga no”; “Twitter es un arma de distracción masiva”; “Cuando un puto muere su alma vuelve al placard y se queda allí para siempre, ordenando la ropa por colores”; “Parka, esperá un Cacho”; “Siempre fui mucho más fan de los finales que de los principios”; “Violencia es mentol”; “Me da más seguridad un boliche de Chabán que Luchetti saliendo a cortar centros”; “Quiero profundizar la modelo” y otras gansadas por el estilo. Así que olvidate de informar, debatir, hacer campaña contra las drogas y otras actividades fútiles por el estilo. Twitter es el espacio para los Pepe Muleiro de la red, los humoristas frustrados, o los frustrados a secas. En la vida del infeliz tuitero, cuando un tweet le gusta a más de cinco changos le regalan una estrella gigante, y si son más de cincuenta, un trofeo estilo Mario Bross (el favstar es un concurso imaginario en el que todos participan aunque no ganen nada). Es decir, cuando empezás a usar el Favstar para ver cómo rankean tus frases, estás completamente en el horno. Cuando tus tweets sean exitosos, llegues a un número redondo grande de seguidores o aparezcas en muchas listas, lo comentarás irónicamente en el propio Twitter: serás lo suficientemente canchero como para reírte de lo nabo que sos; pero no lo bastante como para dejar pasar el ínfimo logro.
PD: Por supuesto que todos los nombres, biografías y tweets son reales. Pueden entrar a buscarlos, hacerse adictos y no regresar más a la vida normal. Es lo que nos pasó a nosotros que entramos a ver qué onda y escribir un post y fuimos abducidos por esa mierda.