miércoles, 29 de diciembre de 2010
Matamos a Villa escondida
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Matemos a los "buena vibra"
lunes, 8 de noviembre de 2010
Matemos a los fanáticos del fitness
Ya sabemos que van a decir que somos unos gorditos freaks resentidos sentados frente a sus “computadoritas”. Y que nos tenemos que “comprar una vida” como la de ustedes (¿las vidas usadas se publican en De todo? ¿Vienen con GNC?) No obstante, no podemos dejar de manifestar nuestra tenaz e insidiosa aversión por la gente fitness. Esta no puede ser asociada simplistamente a la gente que hace deporte o ejercicio. La mujer y el hombre fitness curten una estética y un estilo de vida muy particular. Veamos.
domingo, 24 de octubre de 2010
10.000 visitas
No escucho sus programas, ni su artística, ni sus bajadas de línea, porque -realmente- como radio independiente me cuesta horrores bancar lo mío propio como para andar perdiendo el tiempo en "robarle" a otro ideas inexistentes... " (hay que decirle a este señor que escriba más corto, nos "cuesta horrores" leer todo lo que escribe)
Matemos a los médicos rock star
"Te voy a cagar a piñas, pedazo de deforme.
Ya se quien sos."
En Matemos a Sergio Mileo
En Matemos al América Libre
"Ángel dijo
En "Inspiración"
miércoles, 13 de octubre de 2010
Matemos a los chicos Illia
(para nuestros fanáticos extranjeros: se trata del colegio universitario local)
Si ustedes pensaban que en una reunión social podían encontrarse sólo con sabelotodos, boy scouts, enólogos, pedagogos del volante, poetas ególatras, facebookeros deformes, intelectualoides becados que ya echan panza, empleados de informes o Patricia Montagni, sepan que, lamentablemente, también pueden conocer a algún inefable egresado del Illia, que te hará saber su condición en el transcurso de los primeros, más o menos (y esto fue calculado por varios de los integrantes de nuestra división investigaciones) diez segundos de charla. Se trata de exhibir lo que constituye el factor central de su identidad, cuestión paradójica ya que ésto tiene que ver con algo que ni siquiera eligió él: sus padres habrán considerado que era un punto válido para vanagloriarse delante de sus amigos, familiares y vecinos y que, por añadidura, les permitiría ahorrase unos buenos mangos al no pagar un colegio privado. ¿Qué sentido tiene jactarse de algo que eligieron otros por vos? Claro, tu aporte fue haber rendido el famoso examen de ingreso a la institución, pero no nos adelantemos. Un Illia se jacta, decíamos, de ser un Illia, ¿por qué no mencionar con orgullo otras cosas, como la profesión, los hobbies, la familia, etc.? Bueno, justamente porque en esto les ha ido como el culo. Así que mejor sigan reivindicando su condición de niños brillantes como si fueran viejas estrellas del fútbol ahora caídas en desgracia.
Y con el propósito de revivir aquellos días felices se la pasarán organizando reuniones de ex alumnos o un club para dar la bienvenida a los ingresantes, y discutirán acalorados, como si decidieran el 82 % móvil, el cambio en el modo de ingreso (que ahora permite entrar a la chusma). Regla de oro: el que más pilas le pone a esta actividad retro es, a no dudarlo, el más pantriste de todos con su realidad cotidiana.
La mayoría de la gente ha padecido su adolescencia en un pedorro colegio público que ni quiere mencionar en su CV o en un colegio privado donde snobeaba o era snobeado. A los chicos Illia, paradójicamente, tener tan buenos recuerdos de su colegio progre, flexible, solidario, canchero, tolerante y amplio les juega en contra porque nunca van a encontrar una carrera o trabajo con tanta onda. Es por eso que su tendencia melancólica es aguda y no pierden un minuto en hacerte entender que fueron al Illia. Con eso llenan horas de charla, que no permiten ningún otro tema de conversación. Vos les preguntás dónde queda una calle y ellos se zarpan con el relato de cómo filmaron un documental en la zona; les contás que leíste una nota sobre hipoacúsicos y te largan un discurso sobre cómo colaboraban con CIDELI; les hablás de la explotación boliviana en la industria textil y ellos recuerdan automáticamente cuando armaron las banderas de su viaje de egresados; les decís que vas a viajar a Mendoza y te hacen la crónica de sus campamentos con fogón y tertulia. Socializan cada una de sus experiencias en “El colegio” como si fuera lo mejor que les pasó en la vida y con datos que nadie le importan un carajo. Con sus múltiples talleres, desde cestería hasta vida en la naturaleza, creen estar absolutamente preparados para hablar, hacer y opinar de todo. Guardan en sus habitaciones telares, bolsas de dormir y todo tipo de souvenirs de aquella época feliz. Pero chicos… el mundo cambió bastante desde que ustedes tenían 15 años. Hoy garpa qué trabajo y auto tenés, no la cantidad de chicas que te apretaste en segundo año diciéndoles que te gustaba Pink Floyd o tocando la quena.
El problema de estos chicos es que pasaron tantos nervios y stress al rendir los exámenes de ingreso que ya a los 12 años demostraron todo lo que tenían que demostrar: forman parte de una élite inteligente y no piensan hacer nada más para refrendarlo, no sea cosa que algún fracaso refute la hipótesis. Los chicos Illia padecen un síntoma que ha sido definido como síndrome de Peter Pánico (PP). Es tal su miedo a crecer y hacer alguna cagada que dé por tierra al niño genio, que prefieren hacer… absolutamente nada. Estudios aparecidos en revistas especializadas afirman que existe una alta correlación entre experiencia Illia y ataques de pánico, brotes psicóticos y consumo de medicamentos psiquiátricos. Estos mismos papers analizan cómo, teniendo en su gran mayoría padres intelectuales y concurriendo a un colegio universitario, es sorprendentemente bajo el número de ex alumnos que concluye una carrera universitaria (a la que entran directamente porque todavía se encuentran bajo los efectos del stress post traumático de los exámenes de ingreso). De hecho, a muchos se les da por estudiar Educación Física, alguna rama del arte o cualquier otra paparruchada en la que no tengan que demostrar que son Einstein.
Se creen similares a los chicos del Nacional Buenos Aires, pero con la diferencia de que tan clásico colegio formó a varias generaciones de dirigentes y escritores como Manuel Belgrano, Mariano Moreno, Miguel Cané, Marco Denevi, Alberto Manguel, Carlos Mugica, Fernando Abal Medina, Bernardo Houssay, Carlos Pellegrini, Roque Saénz Peña, entre otros. Entre tanto, nuestros famosos del colegio universitario son Pepo San Martín (cantante de Los científicos del palo), Romina Zariello (modelo), Pablo Obeid (político, segunda o tercer línea K)… y no encontramos a nadie más.
Igualmente, debemos admitir que existe algo peor que un egresado del Illia contándonos su experiencia escolar: es el que te narra cómo intentó entrar y ni siquiera lo logró. Increíblemente, pese a haber fracasado a tan corta edad (nos referimos a los chicos, claro, no a los padres, que sufren mucho más este golpe a su ego y se muestran tan competitivos y poco limpios como Bilardo en cualquiera de sus facetas) su paso breve por las aulas del colegio les permitió desarrollar un inexplicable sentido de pertenencia que perdura pese al sabor amargo de la derrota intelectual.
Sin embargo, el objetivo de este post es hacer pública una leyenda negra que circula en los ámbitos más encumbrados de esta ciudad y que surge de un interrogante tenebroso: ¿dónde están aquellos fracasados que, después de haber ingresado, no terminaron la secundaria ahí? Se sabe que en el colegio no se podía repetir y, paralelamente, que era muy exigente. Ergo: ¿dónde fue a parar la legión de los expulsados? El mito urbano apunta hacia el interior de la propia institución. Un chico Illia fracasando y terminando en un colegio para repitentes como el Minerva era tan inaceptable que preferían matarlos y enterrarlos en el jardín junto a los chicos sin onda porque un Illia boy que se preciara, ya fuera en su versión hippie, intelectual, grounge, rocker o deportista, tenía que ser cool de alguna forma o perecer…
domingo, 12 de septiembre de 2010
Matemos a los médicos rock stars
Estar enfermo es una cagada no tanto por los dolores, padecimientos y precios de los medicamentos sino porque, lamentablemente, en algún momento de la convalecencia (y después de haberte automedicado con todas las sugerencias de tus allegados, más la intervención más que dudosa de uno de los tantos farmacéuticos irresponsables de turno), uno tiene que recurrir a la maligna secta médica. Si no querés arriesgar tu vida en las manos de algún médico de guardia postadolescente que te receta lo mismo siempre, no importa la dolencia que tengas, deberás caer en las garras de un “especialista”, y seguramente no podrás evitar que sea uno de los famosos médicos rock star. Con él te verás sometido a una nueva clase de tormentos, pero más sofisticados y onerosos. ¿Cómo sé que voy a atenderme con un médico rock star? Aquí, amigos, les damos algunos tips (nos encanta ser contradictorios, así que usamos una palabra que denostamos hace algunos post, ¿y qué? ¡Háganse un blog propio, arponeros fundamentalistas de la coherencia y el falso coraje anti anonimato!)
1- Un médico rock star que se precie de tal porta apellido: cuando decís que debés visitar a un especialista y lo mencionás, si es un rock star los ojos de tu oyente se desorbitan. Un médico rock star es un mito: te hablarán de él, te contarán alguna anécdota o simplemente te dirán que su apellido les “suena”. Hay toda una mística en torno al médico rock star que funcionará como excusa para que sus bolsillos se llenen de dinero. Pero hay otro dato importante: siempre que decís su apellido, aparece la pregunta diabólica: “¿padre o hijo?”. Porque el padre del médico rock star fue o sigue siendo un reconocido profesional y, si es posible, en la misma especialidad. Esto no suele ser un fantasma sino todo lo contrario: se menciona con orgullo, como razón de satisfacción personal “ser el hijo de”, en lugar de ver como un hecho poco heroico, el heredar la fama y los pacientes de papá. Lo peor es si el especialista en cuestión no ha sido una eminencia, sino un porteño que prolongó mucho sus vacaciones y decidió quedarse cuando se dio cuenta de que en la ciudad no había competencia y podía hacer una buena carrera si atendía a las viejas adecuadas, aunque no se perfeccionara ni leyera nunca más en su vida. Sépanlo, amigos: familia de médicos no es, necesariamente, garantía de calidad y servicio.
2-Estos famosos médicos no superan los 50 años pero ya juegan al golf (en Acantilados, obvio), van de vacaciones a lugares exóticos, viajan a congresos a “especializarse” y a enfiestarse, y no pueden disimular que han estudiado tantos años sólo con el propósito de recibir regalos de todo tipo que después le encajan a sus familiares para navidad. El juramento hipocrático fue, ahora que son ricos y famosos, un mal chiste que les contaron hace mucho durante alguna fiesta platense. Se hacen los melómanos y los cultos, pero la famosa “letra de médico” no hace más que afirmar que no saben leer ni escribir. Y, obviamente, pese al escalafón que los distingue de otros médicos, y a que su mujer esté operada y divina, caen en la volteada, es decir, se voltean a todas las pacientes, enfermeras, secretarias y residentes, como cualquier medicucho.
3-Conseguir que te atiendan telefónicamente en el consultorio de un médico rock star es más difícil que lograr ganar un plasma en algún sorteo televisivo. Deberemos instalarnos cómodamente en el sillón dispuestos a marcar “rellamar” unas cincuenta veces. Nos darán un turno para el 8 de diciembre, y cuando creamos que la secretaria está fumada y que debe referirse al 8 de septiembre seremos cruelmente desengañados. Efectivamente, y como todos habrán podido comprobar, el médico rock star te da turno de acá a tres meses, y eso si tenés suerte. Existen numerosas razones que explican la forma en que estos sujetos manejan tu tiempo como Nolan en alguna de sus películas “conceptuales”, pero la más relevante es que cuanto más reconocido es un médico rock star, menos días atiende (y más viaja, pero esto va más adelante); sus horarios son tan restringidos como la cantidad de entrevistas que los Kirchner les dan los medios.
4- Resignados, agendaremos el turno agradeciendo que sea en el corriente año (si no, deberemos, incluso, salir a comprar agendas del 2011) y esperando no morir antes. Esto, sin embargo, no sería tan problemático si llegado el día fuéramos atendidos puntualmente. Pero un médico rock star que se precie de tal, debe tener a sus pacientes, que son muy pacientes, esperando por encima de las dos horas. Y esto no es porque le dedique mucho tiempo a cada uno sino porque siempre llegan tarde (“estaba operando”, “tuvo una urgencia”, “fue a visitar a un paciente terminal”… todo menos la verdad: se comió un asado acompañado de un vino tinto que, obviamente, le regaló una víctima y le inspiró un siestón; se curtió a una enfermera nueva en la clínica o viene de jugar al tenis) y desfasan todos los putos turnos que, encima, se verán amenazados por culpa de una nueva mafia, más temible que la estrategias de Moreno: los sobreturnos…
5- Un médico rock star atiende cada vez menos en un hospital o una clínica de aspecto Chascomús años 50. Estos doctores luchan a delantal y escalpelo por conseguir su propio consultorio. Esto, claramente, es una señal de status, especialmente si éste se ubica en alguna casa de estilo refaccionada en la zona sur de la ciudad, o en algún edificio de puta madre con luces dicroicas. Quedan excluidos de estos coquetos consultorios todos los trabajadores de sindicato, ancianitos del PAMI y demás perdedores del sistema. Aquí sólo se aceptan credenciales plateaditas, que se obtienen pagando más $200 para que te cuide la salud una empresita privada.
La sala de espera de estos lugares no escapa, sin embargo, de las revistas recontra pedorras que te ponen en una mesita, los cuadros de terror de alguna paciente resucitada o, peor, de la mujer de algún colega, la música melosa de efecto narcotizante, los carteles impresos en computadora semi pegados en paredes o vidrios informando horarios y días de atención (siempre desactualizados) y mensajes mandones diciéndote cuándo y cómo deberás solicitar recetas, turnos, formularios, etc. Igualmente, los muebles serán muy cómodos (de Sector Privado o alguna casa fashion), siempre y cuando, el estilo minimalista con que decoran todo permita que te sientes en algún lugar.
6- Y llegó el día, y la hora que a ellos se les cantó y, por fin, te encontraste con tu médico rock star. Estabas tan emocionado que, con lágrimas en los ojos, te tiraste a sus pies y tartamudeando… ¡le pediste un autógrafo! El médico rock star, con bronceado caribeño, vestido cancherito debajo de su guardapolvo (Bowen o Lacoste, depende el estilo o… el regalo), te mirará con altivez y condescendencia y te ayudará a levantarte del piso. Sus hijos rubios (el de la derecha será el médico de tus hijos) te sonreirán desde los portarretratos en el enorme escritorio (“Otro gil que contribuirá a que papá nos compre la Wii” parecen sugerir sus rostros bellos y diabólicos.) y numerosos certificados de congresos en los que la pasó bomba decorarán las paredes.
El médico rock star te despachará en tres minutos, pero aunque parezca que no ha sido capaz de ver nada te recetará cinco medicamentos (casualmente todos del mismo laboratorio, el mismo que le pagó el viaje a Europa el año pasado) y te indicará múltiples estudios para confirmar si deberá o no realizar una operación quirúrgica que suena compleja y riesgosa, y a la que no sabrás por qué tendrías que someterte. Pero estás tan contento de haberlo conocido personalmente por fin que nada te angustia, sólo querrás ver su sonrisa inmaculada y apretarle la mano otra vez, en la siguiente consulta, cinco meses y tres horas (en la sala de espera) después.
Amigos arponeros, sépanlo: no importa si es proctólogo o no, un médico rock star siempre te mete el dedo en el culo.
miércoles, 1 de septiembre de 2010
Matemos a la noche marplatense (esa eterna promesa incumplida)
A veces nos preguntamos por qué duran un lustro los noviazgos entre gente que se lleva como el culo o las relaciones de amantes donde la mina se cansa de pretender otro status que, sabe, no va a tener. También puede causarnos curiosidad por qué un matrimonio vuelve al ruedo después de una separación que, creíamos, era lo más saludable. Sin embargo, las cosas son más fáciles de lo que uno piensa y existe una respuesta que nos sacará de la ignorancia en la que nos encontramos: lanzados al mercado sexual, después de ensartarnos con Facebook y agotar la veta del lugar de trabajo o donde estudiamos, caemos nuevamente en la monotonía del bar y el boliche “marpla”; y ahí es seguro que corrés a lo malo conocido y a la triste escena de la decadencia: película yanki en DVD (preferentemente una de Woody Allen que no sólo te hace pasar por snob sino que te convence de que la familia perfecta existe: es aquella en donde conviven los maridos, los ex, las amantes y los hijos de todas las uniones, en perfecta armonía), algo de alcohol y un pedazo de chocolate para calmar la angustia, junto a tu compañera, en la cama.
Pero queridos, participativos y resentidos lectores, estamos aquí para explicarles el proceso de la devastadora e irreversible realidad que nos toca en esta ciudad, a ver si con esto podemos hacer que las parejas asuman lo que les toca, aunque lo que espere afuera aceche con el panorama más desalentador que hayamos conocido. Veamos.
Otra vez es viernes a la noche y estamos tomando cerveza en el departamento de nuestro común amigo J. El alcohol se acaba y no tenés ganas de engrosar las arcas del delincuente de Corrientes y Roca, de manera que hacés callar a tu amigo bolche, que proclama una revolución inminente, le quitás la guitarra al trovador del grupo (podría aprenderse enteras las canciones de Silvio, el hijo de mil puta, y no someterte a su eterno ensayo) y te disponés a salir a la aciaga noche marplatense.
Mientras te ponés la campera fingís optimismo, pero vas mandando mensajito a la chica no muy agraciada pero gauchita, que como buena Magdalena, llegado el momento, lamerá las heridas de los patovicas y limpiará los restos de tragos espantosos que te habrán vomitado en el pantalón.
A poco de salir comienzan las discrepancias en la hueste sobre si es mejor dirigirse a Alem, Yrigoyen, Constitución o probar con algún lugar alternativo. Sopesamos desventajas y… desventajas.
En Yrigoyen no hay muchas opciones. Podés caer en Mestizo, el típico bar de cerveza mala en vaso de plástico. Emborracharse resulta barato pero la oferta sexual está en consonancia. Adolescentes con los pantalones bien metidos en el orto, pero con unas caras y gestos que sería más apropiado ver a través de la pantalla en un documental sobre el rito de alguna tribu perdida en la selva que invoca la lluvia gritando: “Menea, menea, menea”. También existe la posibilidad de dirigirse a Hipólito y vegetar en una mesa bebiendo. Lo bueno es que con el calor que hace uno transpira prácticamente todo lo que toma generando un efecto químico extraño que hace que se pueda ingerir alcohol hasta el coma. Otra opción es ir a Scotia, que estará hasta la pija, y donde podrá ningunearte a mansalva un patovica pelotudo cuyos criterios de discriminación son oscuros y azarosos (puede ser que no te deje entrar por pobre o feo, y en tal caso acertar, o porque no le gusta tu gorro que le suena hippie, tu bufanda que le parece de puto, o que interprete tu olvidarte de comprar crema enjuague como un ensayo de grelos). También está Chiquilín, donde no se puede bailar (o fingir hacerlo para chamuyar a una mina) y es caro y aburrido… pero donde están las camareras más perras de la galaxia que te prometen mucho escote, tetas (sobre si las tiene hechas o no habrá en la mesa un debate de treinta minutos), culo y no darte jamás el teléfono (¿en serio pensás que saldría con vos habiendo tanto viejo en auto importado disponible?). Última opción: ir a Wallace, lugar en el que uno podrá fingir que retrocedió una década y experimentar algo así como un pequeño baile, hablar con una chica que no sea espantosa y beber algún trago haciéndose el banana en la barra. Claro que todo esto podrá ocurrir hasta las tres de la mañana, después estaremos todos tan hacinados como sardinas que la única manera de que se haga lugar es a medida que vayan sacando a los desmayados. Y encima, si vas temprano antes del malón te tenés que fumar la eterna banda cover: Sushi, Yacuzzi, Kimono… todas tan igualmente histriónicas y monótonas (con cantantes que se la pasan ensayando frente al espejo los tips rockers) que te dan ganas de hacerte el harakiri.
En Alem la onda es otra. Las chicas más lindas y producidas, aunque con unas dosis de histeria que alarmarían al propio Freud. Siempre podés apostarte en la puerta de Samsara y lograr entrar sin hacer cola porque convencés a uno de los dueños de que vos sos propietario de una veinteava parte que te vendió el primo de un petiso con nombre francés; total, esa gente tiene tantas partes de boliches que con un par de tragos encima podés entusiasmarlo con el más inverosímil de los negocios, por ejemplo, que vas a lograr una toma eterna en la facultad y darle a él un par de barras y la exclusividad en la venta de forros.
También podés hacerte unos mangos pasando por Pehuén, donde si sos tan precavido como para irte con cámara de fotos, podés extorsionar a todos los casados de trampa con mostrarle a la esposa la foto donde su marido, con la peor cara de imbécil y en zapatillas (¿hay una edad límite para zapatillas?), le toca el culo a una chica. También se puede ir a Tressor y fingir que te gusta la música electrónica durante quince minutos para evadirte del reaggeton que fundamenta nuestra certidumbre de que el mundo es un lugar horroroso. Si vas a Barnon, Mr. Jones o Gásparo, decís: “ahora sí estoy mamado”, porque entrás y salís de esos lugares, pero parece que estás en el mismo eterno bar con grupos de chicas y chicos sacándose fotos con el celular y donde nunca podés distinguir bien los vínculos, por lo que siempre corrés el riesgo de ir a hablarle a una mina muy maquillada mascando chicle que te mira insistente como diciendo “¿qué esperás para encararme gil?”, y el enano granujiento a su lado vestido como jugador de béisbol quiera cagarte a piñas porque le querés birlar la minita.
Si lo que buscás son gatos debés dirigirte ligerísimo a Domo, donde se concentra el felinaje añoso, además de toda la gente divorciada de la ciudad. Aquí podríamos hacer una lista de bares gatunos, pero se los dejamos a ustedes, hábiles arponeros de los comentarios.
La otra opción es hacerse el alternativo y caerte en alguna fiesta de una facultad, o en el América Libre o un sitio roñoso por el estilo. Las opciones de hoy son una fiesta en el Club Español de la gente de Ciencias de
Y si, finalmente, te hartaste de entrar y salir de bares te queda la opción de beber lo suficiente como para animarte a los boliches. Podés ir a Pin Up y perderte en el mundo de la sexualidad diferente donde te va a encarar una mina que está buenísima y vos vas a dudarla pensando si será tranformista, transexual, lesbiana en crisis o te va a cobrar… Y para cuando reaccionás y te dás cuenta de que simplemente es tu día de suerte y es una psicótica a la que le gustan los estudiantes pobres y feos… ya se encontró a otro estudiante pobre y feo. Igual, compadecemos a la gente con sexualidad diferente que ve su lugar copado por todo el caretaje de Alem que va a allí con ánimo antropológico, o simplemente porque cerró su bar preferido a las cinco de la mañana.
También podés gastar un dineral en taxi e ir a Esperanto, sólo para darte cuenta de que no querés acostarte con una chica que trabaja de sol a sol en una panadería y que se produce un sábado a la noche para ir a bailar buscando un príncipe azul que la rescate trabajando de sol a sol en una panadería. O gastar aún más en taxi y entrada para llegar a Sobremonte, la joda en el fin del mundo, y convencerte de que no sos lo suficientemente fachero, canchero, pudiente, reventado o drogadicto como para tal lugar.
Amanece. No te ha quedado ni un centavo. En tu cerebro lleno de lúpulo resuenan las melodías pedorras que escuchaste toda la noche, así como espantosas imágenes de contoneos de caderas, gente transpirada, patovicas descerebrados con fotos de su amor imposible Ricardo Fort en la billetera y borrachos molestos que en un acceso de lucidez piden a los gritos estar en su cama.
Volvés caminando derrotado a la casita de tu amante, preguntándote por qué persistís en este ridículo salir y tomar. Serás reflexivo hasta el viernes a la tarde cuando recibirás un mensajito de J. invitándote a la previa de cerveza en su departamento junto al bolche y al trovador. Y allí estarás. Uno puede volverse adicto a cualquier cosa.
Nota: la noche marplatense es igual de deprimente para las chichis...
viernes, 9 de julio de 2010
Matemos a los que hablan/escriben para el orto
Sabemos que este post va a refrendar la suposición de que somos de letras, que somos ñoños y que cogemos poco. Nos ponen en la triste situación de tener que decir que el idioma supone una serie de signos compartidos, y si bien el habla se va modificando con el uso, algunas de esas aplicaciones son verdaderamente desagradables. Y sólo tienen como fin mostrar que se pertenece aun ghetto particular (intelectual, cool, cheto, cumbianchero, rollinga, surfer, etc.) y por lo tanto snobear, excluir al oyente o simplemente desorientarlo para que no se dé cuenta de lo forro que es el que habla. La verdad es que sólo logran quedar como unos infradotados y nosotros, cual jueces viejos y cansados de
La moda es, ahora, defender las múltiples posibilidades del lenguaje y su expresión oral y escrita: viva la diversidad (y el matrimonio gay, obvio) Pero dejémonos de joder, eso también es una postura, nadie se banca que le hablen de alguna de las maneras que detallamos a continuación. Matemos a:
1. Los que hablan cortito, especialmente si las palabras utilizadas son peli (muy a lo Fito Paéz, que está bien que use el diminutivo para referirse a sus propias películas, que no responden a otra categoría), facu (en especial si es usada por alguien que no tiene vinculación alguna con la universidad y más si van a un terciario o a un instituto cualquiera), finde, figus, revis, cole (por "colectivo" o "colectividad" -por "colegio" no pasa nada si tenés menos de 10 años), reci, zapas o, peor, zapis (encima suman el diminutivo), gordi, promo (especialmente desagradable si lo usa una promotora de banco) y tantas más.
2. Los que usan constantemente onomatopeyas, especialmente las de risas: ja ja, je je, ji ji, jo jo y ju ju. Peor otras formas que se pretenden más originales como xo-xo. Y la risa de maldad no puede quedar afuera: mu je je (¡ay, qué malo sos!)
Encima, hay que ser pelotudo para, justo cuando podés disimular las horrendas faltas de ortografía que debés tener, las cometés con una onomatopeya del orto como ¡ha! (por ¡ah!), hahá o ahá (por ajá) y volvemos a la risa: he he he (por la boluda je je je). A ver, el uso de onomatopeyas no te hará pasar por más sociable de lo que sos ni le conferirá gracia automáticamente a lo que decís. Para finalizar: teniendo tantas palabras para elegir y la posibilidad de que tu cerebro no se fosilice, ¿es necesario felicitar a alguien con una forrada como “clap, clap, clap”?
3. Los que usan términos propios del mundo tecnológico: un lenguaje incomprensible vinculado a la informática, Internet, los celulares, etc. Pondríamos ejemplos, pero no sabemos nada del tema y obviamente a los que nos hablaron así no les entendimos un carajo ni nos importó lo que decían. (Igualmente, los remitimos al post “Matemos a los sabelotodo”)
4. Los que intercalan frases o abreviaturas en otros idiomas con el objetivo de snobear: “you know”, “come on”, “business”, “managment”, “hello”, “bye, bye”, ASAP ("As soon as posible"), “kisses”, “fuck” o “fucking”, “baby”, “performance” (que también cae en la volteada con “perfo”). Y peor si, concientes de esta pelotudez, se hacen los irónicos y escriben: “biei”, "cofi" (sí, así, bien argentino) "plis" o… "jelou" (¡!)
6. Y matemos, por supuesto, con un arponazo certero en la encía, a los que usan diminutivos para todo: ropita, casita o casuchi, plaquetita (para referirse a algo que está de más señalar que es inferior y minúsculo), sanguchito, librito, ensaladita, remerita, platita, cosita, bichito (cuando indica “sos el amor de mi vida y vamos a estar juntos para siempre porque te re amo y ambos renunciamos a tener amigos y salidas solitarias, y porque nunca te voy a ser infiel y vos no me vas a cagar nunca con ninguna pendeja”, no cuando indica: pequeño insecto que alimenta a otro ser de la cadena)
Desde esta página les mandamos un abracito y muchos besis a todos nuestros lectores progres que desde sus compus nos siguen y se re copan en los comments (AUNQUE NO TODOS LE PONEN ONDA), gracias por la way y la energy, son un público… ¡wooooow!
PD1: excluimos a los perejiles que escriben mensajes de texto llenos de cosas que no son palabras. No clasificaron para este análisis porque asumimos que lo hacen por una incapacidad intelectual o económica y nosotros no nos metemos con los carenciados.
PD2: los amantes deberían ser sordomudos para que no tengamos que escuchar las pelotudeces que esos cerebros atrofiados y narcotizados por el “amor” son capaces de inventar.
PD 3: ¡Ricardo querénos!
PD 4: ¡Marangoni: la tenés adentro!
PD 5: Patri, ¡vos querrías!
PD6: ¡Viva la revolución!
lunes, 14 de junio de 2010
Matemos a “La boda”
Mar del Plata es tan triste que ya ni te podés casar o morir con dignidad. Lo medio pelo y lo kitsh dan la nota y todo por culpa de Sacha, que no es un perro, amigos, sino un señor que la vio antes que todos.
No se entiende cómo, si es sabido que el promedio de los matrimonios no llega a durar un lustro, todavía puede construirse tal circo alrededor del hecho de casarse. Y menos se comprende cómo las minas logran convencer a los tipos para hacer algo que nadie en su sano juicio querría hacer. Y conste que esto pasa hace rato, no ahora que estamos pelotudos de escuchar las vuvuzelas y a Fernando Niembro.
Para empezar, cuando se toma esta decisión, a una mujer lo que menos le importa es con quién se casa sino quién será el diseñador del vestido, la florista, la maquilladora, dónde se hará la fiesta, quién preparará el catering, quién sacará las fotos, cómo serán la mesa de postres, los souvenirs y las tarjetas, quiénes serán los invitados y cómo los van a sentar… y un millón de cosas inútiles y carísimas que rodean el negocio del casamiento.
Con la hipocresía más absoluta, hay que prometerle amor eterno a un cura, invitar gente que te importa un carajo, aceptar regalos que se supone son útiles y hacer de cuenta que tu novia con vestido blanco es virgen y que todo esto es un hecho trascendente en tu vida.
Tu opinión en los preparativos relacionados con el casamiento es prescindible y molesta, en medio de ese mundo terriblemente afeminado, artificial, plagado de mal gusto y rosita. La verdad, muchachos, es que las minas se casan solas.
Pero nada de esto sería tan fatal sino hubiera toda una industria que con carteles super luminosos de neón atrapara a las minas como moscas ofreciéndoles todo lo necesario para cumplir el sueño de su “boda” (¿qué es? ¿una serie yankee a lo Dinastía?); y nos develara con terrible lucidez un largo año de padecimientos. Porque no tiene nada de malo que la gente se quiera (qué tiernos) pero lo choto es que te pongan un traje ridículo (frac?, moñito? Florcitas?), un poco de reggeton, esperen hasta que estés en pedo para sacarte fotos que irán facebook y que, encima, otros hagan guita con eso.
Y si quien hace plata con la industria del casamiento fuera Merceditas Álzaga Anchorena, wedding planner matriculada, bueno… pero un traidor a su género como Sacha, es intolerable. El tipo ni siquiera es puto, decorador o cultivador de orquídeas, sino un estudioso de Economía que ya calculó cómo sacarte hasta el último centavo. Si te descuidás, maneja un ejército de abogados para gestionar el inevitable divorcio, que comenzará con una querella porque vos, que cediste en todo, te resististe a pagar el plus de los masajes en la noche de bodas (ésa será la semilla de la discordia)
Todo empezó con nuestro protagonista regalando revistitas (el primero te lo regalan, el segundo te lo venden) en la cola del Registro Civil. Allí, como un buen samaritano, te explicaba todos los trámites, los servicios que precisabas y la antelación conque debías contratarlos. Claro que para sostener esta humilde publicación, aparecían algunas publicidades que empezaban a darle ideas a tu novia. Te enterabas que el chamuyo de usar las alianzas de tus abuelos no iba a funcionar e ibas a tener que adquirir unas muy modernas de la joyería promocionada por Sacha.
Y como estamos en una ciudad pujante donde sobra dinero y ganas de cagar más alto de lo que se puede (¿de dónde sale esa frase? A ver si empezamos a escribir complicado como nuestros comentaristas, ¡mierda!), nuestro paladín del enlace matrimonial ya tiene un emporio que actualmente incluye una revista con producciones fotográficas con modelos (volveremos sobre este punto), un programa de TV, páginas web y una exposición anual de varios días en hotel 5 estrellas.
Este último evento es una muestra cabal de lo que denunciamos (sí!, en “matemos a las ballenas investiga” denunciamos y en cualquier momento subimos cámaras ocultas y testimonios con gente de espaldas y voz distorsionada): basta ver a la novia histérica recorriendo emocionada pero al mismo tiempo atenta para primerear a la narigona a la que le gusta el mismo vestido y el mismo canapé de choclo envuelto en cantimpalo para la entrada; y 50 metros más atrás, al novio que intenta hacerse el superado caminando solo y triste pero mandando mensajitos a los amigos que lo acompañan en el sentimiento, y que lo convencen de que siga adelante sólo para enfiestarse con permiso en la despedida de soltero (eso sí, que no te la organice Sacha, porque es capaz de decorar todo con los Prime inflados colgando del techo y atados con moñitos plateados)
Un paneo general al salón de la “expo” (ya se vendrá el post sobre los que hablan “cortito”) ofrece un panorama desgarrador, peor que el último partido de Gallardo: vestidos grasas que usarían en la mejor fiesta de los Ingalls, tortas espantosamente coloridas, souvenirs transparentes con tubitos de ensayo y brillitos, todas las formas posibles de decoupage y tarjetitas rosa “viejo” (¿¿en serio esperás que invite al arquero de Aldosivi y al depredador de chichis con estas pedorradas de cartón y cinta “bebé”??), animadores que hacen demostraciones de canto, chistes y todas las pelotudeces que te esperan en tu fiestita, mesas atiborradas de platos, servilletitas, cubiertos, moñitos, copas varias, más moñitos y un mantel que de tan largo parece que también se quiere ir a la mierda.
Y promotoras, infaltablemente gatunas e infartantes, que con voces melosas te prometen la ruina económica, pero por lo menos en la cercanía de sus tetas.
Y entonces, ahí entendemos a Sacha, que ha montado todo esto sólo para estar cerca de las modelos, pispear los cambios de ropa en los desfiles, intervenir en las sesiones fotográficas y seleccionar y mandonear a todas las jóvenes con piernas largas y tacos que te llenan de volantitos.
Hay que reconocer que la cara alegre y bonachona de nuestro amigo es envidiable, aunque haya construido su felicidad bailoteando alocado, siguiendo la coreografía del infierno (es que somos de letras), sobre miles de cuerpos inertes y borrachos de novios con trajes alquilados.
(Spampinato, esto no va para vos, en serio, pero si querés opinar sobre… los souvenirs, ponele, y bueno…)
sábado, 12 de junio de 2010
Matemos a la Rock and Pop local
¡Último momento!: Importante emisora local solicita locutores, conductores, periodistas, programadores, operadores y director artístico para proyecto de radio novedoso, creativo e independiente. Presentarse con CV actualizado, foto cool, referencias y título universitario-terciario (Deportea abstenerse).
No, mentira… esto nunca va a pasar. Pese al marketing, las remeras, los buzos, bolsos y calcos con el infaltable logo, la radio mencionada nunca será un espacio para el trabajo profesional en serio y no promoverá ninguna idea innovadora porque sólo repite el formato de su nave madre, ya en decadencia.
Igualmente, si sos un cuarentón no asumido, usás zapatillas all star, pronunciás el inglés para el ojete, te quisiste cortar las venas cuando anunciaron el final de Lost, tenés un yeso porque quisiste hacer una actividad física inapropiada para tu estado físico actual, te querés hacer el nerd, el freak o el modernito, podés darte una vuelta por la R&P y copar unos minutos de aire para vivir de canje como Mirtha Legrand. A nadie se le niega el micrófono en este medio de comunicación ejemplar, aunque seas gangoso, disléxico o, simplemente, un pajero.
No se han dado cuenta de que hasta Pergolini ya se aburguesó (con unos cuantos millones de dólares) y abandonó la rebeldía pedorra que lo caracterizaba. Se hacen los malos, los agudos críticos de la ciudad, los superados y son el claro ejemplo del uso inapropiado de un micrófono (tal vez, otros usos que pudieran darle serían hasta más placenteros, para ellos y para los oyentes!)
Como somos buenos, en el fondo, hacemos un breve pantallazo a modo de crítica constructiva (Ricardo, es para vos):
Sachi debería visitar un otorrinolaringólogo para evitar tanto moco al hablar.
Sabio, emblema de la radio, debería evitar que su amor por la raza canina contagie sus reportajes, porque a veces llega a un nivel de obsecuencia peor que el de Majul. También podría intentar enunciar frases completas, aunque no valga la pena.
Juan Castro tendría que intentar hablar y sostener una idea, antes de que todos lo tapen. O no.
Y si hablamos de “tapar” llegamos a Marangoni. Luego de su fracaso por convencernos de que Mar del Plata es una ciudad en la que pasan cosas, con un gran acervo cultural y con gente creativa y talentosa, a través de su siempre hackeada página ciudad abstracta, desembarca en esta radio para aburrirnos con sus reseñas de libros (que sólo a él le importan, para exhibir sus “amplios” conocimientos) y para transformarse en el gran corta clima del programa. Tira datos, se las sabe todas y si no, chamuya, y manda frases categóricas a partir de las que ya nadie puede acotar mucho más. Es que no dan ganas de decir algo mejor que “hablando estereotípicamente (?)” (Marangoni dixit).
Lo de Gustavo Sala no se entiende: se nota que nadie sabe cómo seguirlo y no siempre se lo escucha cómodo o contento, como en los programas que conduce en el verano. En todo caso, ¿qué hace un dibujante en una radio? Si al menos pudiéramos ver sus historietas bizarras, se ganaría el sueldo con hidalguía. ¡Ah! Cierto que en esta radio… ¡no cobra nadie! Tal vez tendríamos que haber empezado por ahí. Pregunta para nuestros lectores: ¿es directamente proporcional la calidad de los programas al estipendio recibido? Parece que sí.
De Mex tenemos para decir sólo que si no se suma a los papelnonos pronto, asuma que las películas de terror ya no le dan miedo, si puede aparecer de vez en cuando por la R&P y no se asusta con estos muertos vivos…
Para Echavarría, dos consejos: que se haga una paja antes de cada programa, especialmente cuando pasan el GPS de mujeres, porque entra en una excitación indescriptible, peor que la de Rozín entrevistando a una mina (incluso si supera los 50). Y otra cosa: que fume un poco para que se le vaya esa voz de elfo castrado de bosque patagónico. O que lo asesore Di Florio, que tal vez le puede convidar algún bocadito hare krishna inspirador.
En realidad, como fieles oyentes, les sugerimos que abandonen el barco: en la R&P local nadie puede sobresalir, si levantás un poco el vuelo, te bajan del barrilete cósmico o te agarra Rokzilla y te hace añicos con su puñito… es que allí, reina el zar de los medios, el cerebro oculto tras las consolas, el Segismundo atrapado en la torre, el coloso del circo, en fin, el clon de Gino Renni: Manuel Rodas. Todo pasa por él y es tan pisa brote e ignorante que aunque estos chicos fueran luminarias de la radiofonía argentina (no se entiende lo del Martín Fierro: ni las nominaciones, ni el premio. Cómo serán los otros programas del interior), Rodas impediría cualquier posibilidad de demostrarlo. Dicen las malas lenguas que lo pierde el cholulaje del verano, como Badía con los Beatles, pero con las figuras más chotas del ambiente estival marplatense: guarda mensajes de famosos como el nabo de Iván Noble, se jacta de conocer a modelos anoréxicas y de tener contactos con grandes personalidades como… Favio Posca. Visiten “su espacio” y vean cómo esta nueva viuda de Cerati muere por lucirse y sacarse fotos con la gente de moda y aparecer en las revistas. Guarda reliquias y souvenirs en su altar cuya figura central es Marito, al que rodea de velitas modernosas (a esta gente le gustan siempre las velitas). Todo esto durante el verano, cuando no te saluda y habla con dos celulares al mismo tiempo en la playa de moda; después, en el deprimente y desolado invierno, te cruzás al bueno de Rodas cabizbajo por la peatonal y hasta con ganas de charlar; se ofrece a comprarte una remera en Locuras a cambio de escuchar sus divertidísimas anécdotas con Nacho Goano.
Es tan aburrido todo que ya nos aburrimos de escribir.
Lo único bueno de esta emisora local, es el odio que le tiene Fabián Spampinato, que ha originado todo un mundo paralelo pero aún más decadente que intenta falsamente ubicarse en la “trinchera” del rock opuesta. No sabemos de donde salió esa teoría pelotuda de “ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón”. En el caso de Salieri Spampinato, nos parece un agravante de su condena que imite una imitación…. Sobre todo porque el original no es, precisamente, Mozart.
Muchachos: hay todo un mundo allá afuera del triste paño de la radio local, detrás de las alfombras raídas, los pósters tristes de mujeres en bolas, los chapeos decadentes y los regateos por publicidad que empiezan en cuatro cifras y terminan en un canje de unos pantalones skater con un tiro tan bajo que quedan en los talones. Entiendanlón.