Hay formatos memorables y otros para el olvido. Pese al audio book y al libro virtual, el libro común con sus hojitas de papel es entrañable y pervive. El disco de vinilo siempre puede ser materia para un coleccionista, aunque haya un formato nuevo para escuchar música año tras año. No obstante: ¿quién colecciona cassettes? Nadie, es un gusto loser. Un formato intermedio que no es ni retro palermo ni actual.
Algo así pasa con la radio. El diario, pese a su formato digital que lo agiorna y modifica, continúa en mesas de café y las oficinas. Cómo editorializa La Nación sigue siendo un barómetro válido (para comprender cómo va a actuar una parte del país). Y la tele... ¡qué decir!, lo arrasa todo a su paso. Es más real que la realidad. Ahora bien, la radio -como el cassette- queda a medio camino. Un formato para viejos que desaparecerá con estos dinosaurios. Y si bien hay algunas excepciones: los tacheros, algunos negocios que escuchan un par de radios que generalmente retransmiten programas arquetípicos de Baires, la radio es un reducto extraño, con joyas bizarras en cuevas húmedas, y con alcance más que cuestionable.
No obstante, el programador radial local se siente un hombre poderoso. Porque movió el programa del señor x de su tradicional horario de 9 a 1, de 7 a 9. ¡Guau! es todo un Stalin.
Las internas radiales son feroces: quién compra esta radio en quiebra o qué radio se queda con esa vieja gloria olvidada del dial, se tornan temas dignos de ser resueltos por Suar o Tinelli. Hay odios feroces hacia el programador que bajó el pulgar a un programa porque bajó de 5 oyentes a 2, inquinas intestinas por quién se queda con el canje del restaurante chino, peleas increíbles por la autoría intelectual de un programa al que llevan viejas glorias de Aldosivi.
El tipo que tiene su programa en la radio es un jubilado que quiere pasar su tiempo de ocio pasando sus joyas del tango, una estrella en decadencia parecida al señor Burns que espera que un golpe de suerte haga arder el teléfono, se suman un operador sordo, un diagramador de noticias que corta y pega lo que viene de La Capital... y la existencia de todos depende del maquiavélico programador. La salida del aire del malísimo Marcelo Díaz de Brisas no significa el fin de los villanos. Supo tener sus emuladores, y allí lo pueden ver, humillando a viejitos para encumbrar a su nueva novia y su programa de elaboración de pan integral. ¡Tristísimo!
Algo así pasa con la radio. El diario, pese a su formato digital que lo agiorna y modifica, continúa en mesas de café y las oficinas. Cómo editorializa La Nación sigue siendo un barómetro válido (para comprender cómo va a actuar una parte del país). Y la tele... ¡qué decir!, lo arrasa todo a su paso. Es más real que la realidad. Ahora bien, la radio -como el cassette- queda a medio camino. Un formato para viejos que desaparecerá con estos dinosaurios. Y si bien hay algunas excepciones: los tacheros, algunos negocios que escuchan un par de radios que generalmente retransmiten programas arquetípicos de Baires, la radio es un reducto extraño, con joyas bizarras en cuevas húmedas, y con alcance más que cuestionable.
No obstante, el programador radial local se siente un hombre poderoso. Porque movió el programa del señor x de su tradicional horario de 9 a 1, de 7 a 9. ¡Guau! es todo un Stalin.
Las internas radiales son feroces: quién compra esta radio en quiebra o qué radio se queda con esa vieja gloria olvidada del dial, se tornan temas dignos de ser resueltos por Suar o Tinelli. Hay odios feroces hacia el programador que bajó el pulgar a un programa porque bajó de 5 oyentes a 2, inquinas intestinas por quién se queda con el canje del restaurante chino, peleas increíbles por la autoría intelectual de un programa al que llevan viejas glorias de Aldosivi.
El tipo que tiene su programa en la radio es un jubilado que quiere pasar su tiempo de ocio pasando sus joyas del tango, una estrella en decadencia parecida al señor Burns que espera que un golpe de suerte haga arder el teléfono, se suman un operador sordo, un diagramador de noticias que corta y pega lo que viene de La Capital... y la existencia de todos depende del maquiavélico programador. La salida del aire del malísimo Marcelo Díaz de Brisas no significa el fin de los villanos. Supo tener sus emuladores, y allí lo pueden ver, humillando a viejitos para encumbrar a su nueva novia y su programa de elaboración de pan integral. ¡Tristísimo!
11 comentarios:
Es cierto. Yo conocí a Marcelo Diaz de Brisas y se creía que con su puestito era mil. Qué fue de su vida? Propongo eso: gente a la que no es necesario matar... porque ya se mató sola.
La gente de la rock and pop local es también bastante agrandadita. Todos se creen Pergolini.
En esta tónica, propongo matar a Alfredo di Florio, que no sólo es EL mentor de rockypop, también es el dueño indiscutido del rock marpla
pero Pergolini es un buen término de comparación?
y otra cosa... en serio hay dueños del "rock marpla", en serio hay "rock marpla"? no es ya un suicidio estar vinculado de alguna forma al "rock marpla"?
nacho
El comentario intentó ser sarcástico, nadie puede tomarse enserio una etiqueta como rock marpla... De todos modos, si tal cosa existiera, seguro pero recontra seguro que se siente el dueño
otros pelotudos son los de d-rock!
SÍ!! MATEN A DI FLORIO! APOYO LA MOCIÓN!! ES INSOPORTABLE!!!
Propongo se mate a Di Florio ya Fabián Spampinato, dos de los más grandes ladrones del rock local.
Marcelo Díaz goza de buena salud o es un zombie, la respuesta la puede dar un tal Pulti (su nueva novia?) en una gacetilla o en la disposición donde nombra a un tal Marcelo Diaz, con un "cargo político" en prensa Municipal.
En serio Marcelo Daiz tiene un puestito en la muni? Esto ya es el colmo, todos los inutiles que se mencionan en este blog tienen cargos en elEstado... Por que yo no? Pulti: muero por tus ojos celestes!
jajaja... no conocía este blog... gracias por el breve momento de diversión...
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