Esperamos que este post no sea un punto de referencia, no ya para la cultura local (que está participando activamente de los comentarios) sino para los ecologistas empedernidos. Es que el tema que nos convoca hoy puede ser perfectamente encuadrado en lo que últimamente se está denominando "contaminación visual" (esto para que vean que somos gente muy inteligente y actualizada). No es que queramos aportar información acerca de esta problemática ambiental que, de hecho, ya tiene numerosos detractores y es tema de conversación posta entre los ambientalistas, mientras toman café en vasitos reciclables y con fibrón verde arman la agenda para salvar al mundo. No. Lo que queremos, simplemente, es hablar de las marquesinas de los locales que no sólo colocan el nombre y el rubro, sino también, una foto de sus dueños.
Matemos a los propietarios con foto en marquesina porque son el mejor ejemplo de egocentrismo y falta de buen gusto. Porque es absolutamente irrelevante que al lado de "Farmacia" aparezca la foto de un señor con delantal blanco y sonrisa kolynos: ¿garantiza eso buena atención, venta de remedios sin receta, inyecciones sin que duela, nebulizaciones gratis? ¿Quiere que entremos a saludarlo y lo felicitemos?
¿Qué nos espera en un bazar si desde su cartel nos mira la dueña del lugar, una rubia arreglada al estilo catálogo de Avon? ¿Por qué, desde su marquesina, la dueña de un local de bijouterie se tapa la cara con las manos a modo de antifaz de carnaval veneciano (pero festejado por las asociaciones italianas en MdP, en Av. Luro y 180, un domingo nublado)?
Una famosa verdulería (justamente por sus carteles), actualizaba constantemente la foto que acompaña al cartel: primero, el bebé recién nacido; después, éste mismo ya crecidito con nuevo hermano (y ya se le nota en la expresión que le está hinchando las pelotas todo: el padre insistente, el hermanito, los dedos que lo señalan en la escuela); pronto tendremos a los dos juntos, ya grandes, en fotos de plano medio, y más tarde irán llegando sus novias, el perro, etc. Un cartel que nos impone la felicidad familiar ¿nos hace comprar más bananas?
Matemos a los propietarios de negocios con marquesinas autorreferenciales porque, a pesar de que pueden ser graciosas y llamar la atención, espantan a los clientes como los ajos a Drácula (o a cualquiera que se acerque a alguien que comió con mucho ajo, claro).
8 comentarios:
Ja ja ja ja ja!!! Qué bueno está este blog! y pensar que vine a parar aquí por un mail plomazo que me mandaron...
El propietario de esa verdulería es un turco baboso que da asco, siempre tirándose lances con todas las señoras y señoritas como un desesperado, y después pone la fotito para hacerse el familiero.
Ja ja ja ja ja!!! Felicitaciones muchachos!!!
hay otros también: las peluquerías que ponen en los carteles las fotos de los que cortan.
El mejor por afano (junto con el de la verdulería, que es genial) es de Héctor Staff, una peluquería del centro. Héctor, entrado en canas y salido en cabellera junto a dos gimnásticos metrosexuales con una tormenta eléctrica de fondo...
Si!!! Yo vi el cartel de Hector es buenisimo!
Yo conozco a la mascara veneziana: local de bijou al lada del shopping. Casi le pegan con lo del centro gallego, pertenece a una organizacion de turcos y baila arabe.
Hay una zapatería en rivadavia entre santiago y córdoba en la que la de la del cartel tiene que ser la hija del dueño o la sobrina, si no no se explica que pongan a una mina con una cara tan fea!
El verdulero y el peluquero ganan por robo!!!
hoy justo hablaban en la rock and pop del cartel de la verdulería èsta famosa...
si quieren mantener el anonimato disimulen un poco muchachos...
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